5.

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5.

—¿Cómo dices? —preguntó el Kwami y, dando una voltereta en el aire, añadió—. ¡Estás loco!

Adrien le miró enfadado, alzó sus manos y se forzó a hablar más bajo.

—No grites o la despertarás...

—No podemos irnos a Londres ahora —insistió Plagg—. ¿Para qué? ¡Si tu primo ya no tiene los prodigios!

—¡Me da igual! —respondió Adrien, muy enfadado—. ¡No puedo permitir que se salga con la suya después de lo que ha hecho!

—¿Eliges este momento para plantarle cara de una vez?

—¡Como mínimo tiene que saber quién se oculta tras la máscara de Monarca!

—O tal vez no... ¡No lo sabemos!

Por supuesto que sí, estaba convencido de que así era. Aun no se explicaba cómo; no sabía si Félix había descubierto la identidad del villano por pura suerte, si el villano le había contactado para que usara su parecido con él para acercarse a Ladybug (cosa que por otro lado, tampoco tenía sentido), o cómo había ocurrido esa catástrofe. Pero Adrien estaba convencido de que su primo se había convertido en la clave para llegar hasta Monarca.

Además necesitaba hablar con él, necesitaba que le explicara por qué había hecho algo tan terrible.

—Nos vamos —anunció con determinación—. Plagg, garras...

—¡Adrien! —Tikki saltó delante de su cara y posó una manita en su nariz, deteniéndole en el acto. Parpadeó un par de veces permitiéndole ver la profunda preocupación que sentía en esos instantes—. No vayas...

>>. No la dejes sola ahora.

Marinette.

Recordó de pronto que ella seguía allí, dormida. Por un momento lo había olvidado. Ver la imagen de Monarca dominando el cielo parisino y escuchar ese mensaje aterrorizando a todo el mundo sin impunidad había hecho que le dominara la ira y su mente solo había pensado en una cosa.

¡Todo es culpa de Félix!

¡¿Cómo podía existir alguien tan egoísta?!

Ya no le cabía ninguna duda de que, después de traicionarle a él y dejar a toda una ciudad en manos de un villano aún más peligroso, su primo se había subido a un tren para volver a su país sin ningún tipo de arrepentimiento...

¿Quién se comporta así?

Esa total y absoluta falta de preocupación por nadie más que por sí mismo de la que Félix había hecho gala no era excusable en ningún modo. Era una persona horrible y egoísta que solo miraba por él mismo. Para Adrien no existía algo más sucio y despreciable que ese tipo de egoísmo cobarde. Sintió más que enfado, más que furia o decepción, llegó a sentir asco hacia una manera de ser tan repugnante. Muchas veces en el pasado Félix se la había jugado y él lo había dejado pasar pero esta vez no lo haría. Ni hablar. Porque había una gran diferencia entre perdonar una ofensa hacia ti mismo, a perdonar que le hagan daño a alguien a quien amas.

Podía meterse con él todo lo que quisiera pero había hecho llorar a su lady. ¡Había estado a punto de darle un ataque!

—No puedo dejar las cosas así...

MarinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora