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el pequeño lee minho no sabía que era la felicidad.
era un significado desconocido para él. perdió a su madre en un accidente del que todos lo culpan, quizás si no hubiera sido tan necio de pequeño haciendo berrinche por cada juguete que quería nada de eso hubiera pasado, o quizás también fue porque no comía sus vegetales y en secreto compraba chocolates a la señora de la tienda que quedaba cerca de su casa, también, todas las veces que no hizo un tarea porque se le olvidaba o simplemente no quería. aunque eran pocas, el pequeño lee sentía que eso tenía mucho que ver.
quizás sólo si le hubiese dado un poco más de amor a su madre, ella no habría querido irse de su lado.
sus ojitos se llenaron de lágrimas mientras pasaba sus manitas temblorosas sobre aquel ataúd de madera de color marrón, tras un pequeño cristal su madre estaba dormida.
—tú la mataste, minho, eres un asesino. mataste a tu propia madre, solo haces sufrir a la gente —su familia le hablaba con tal desprecio.
recuerda que su madre le había dicho muchas veces, que el embarazo donde nació el no fue algo planeado. qué vino a este mundo como una sorpresa, una pequeña y linda sorpresa que le daba color a sus días grises gracias a el abandono de su padre, pero cada vez que pensaba en él, y sobaba su pancita en crecimiento, sentía que tenía una razón más para afrontar el mundo. porque a pesar de no ser algo planeado, lee minho era un bebé esperado con muchas ansias.
aún recuerda el rostro de su madre, lleno de sangre así como casi todo su cuerpo mientras lo abrazaba, el pequeño niño la había llamado tantas veces que al ver que su progenitora no reaccionaba ante sus gritos de aclamó, había roto en llanto en el medio de aquel automóvil que comenzaba a ser cubierto por las llamas en el medio de la carretera.
cuando despertó, sin saber que se había quedado dormido, estaba en un hospital y varias personas estaban junto a él mientras discutían sobre su custodia. el pequeño niño no entendía nada, pero sabía que algo estaba mal.
desde el momento en el que sus ganas de sonreír se esfumaron.
(...)
deambuló en la calle por mucho tiempo, vagando sin un rumbo mientras era golpeado por otros vagabundos o delincuentes, echado de cualquier lugar a donde fuera, marginado por la gente y olvidado por el mundo.
sus ropas sucias, lo delataban como un pobre niño sin hogar. pero la gente no parecía compadecerle, pasaban a su lado ignorando su existencia haciendo trocitos su delicado corazón.
muchas veces había robado, otras había escuchado insultos. mientras que algunas veces se quemó o resultó herido por alguna persona particular que buscaba dañar a tan indefenso angelito.
pasaron así tres años, donde un niño que apenas comenzaba a vivir supo lo que era el verdadero infierno en una sociedad de carácter singular.
(...)
un hombre dijo ser su padre, lo había llevado a lo que le dijo sería la casa de ambos a partir de ahora, le había comprado ropa nueva, se encontraba aseado e incluso tenía un closet lleno de prendas y unos cuántos pares de zapatos, el hombre era amoroso, el infante pensó que la vida le daba la oportunidad de ser feliz.
pero se equivocó.
las borracheras de aquel hombre aparecieron a partir de su tercer mes ahí, era violento y prepotente. de un modo autoritario, alguien similar a un dictador.
los golpes no tardaron en llegar, los constantes abusos y marcas sobre su piel, la sensación de sentirse sucio. todos se alejaba de él en la escuela, todos le temían, huían.
después de todo, el no era más que una pesadilla en el paraíso.
(...)
desde hace días se sentía observado, como si alguien lo estuviese siguiendo siempre que iba al patio de la escuela o algún otro lugar donde no hubiese mucha gente. bo importaba que rincón remoto fuese, sentía siempre esa presencia angelical.
había descubierto a un chico menudo, de sonrisa hermosa, piel virgen, así como también ojos vivaces. alguien lleno de felicidad.
