Capítulo 3 *

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Agnes

Llegamos a la 1:00 am a Londres, es de madrugada, sólo quiero refugiarme en mi cama y tratar de no pensar en nada de lo que me ha estado ocurriendo las últimas 24 horas.  Salí de Chicago sin hablar con mis tres amigas, debo aclararles todo a ellas.

Vale, mi mejor amiga, una castaña estadounidense, bellísima que me sirve de soporte mental ya que embriaga mi mente con cada una de sus locuras. Nicole o Niky, como todos la llamamos, española de pura sepa, pelinegra y sumamente alta, con un carácter de los mil demonios, la parte racional y cuerda de esta amistad y Lucia, colombiana, latina, morena con un cuerpo de infarto que produce envidia a todo el que se le acerque, ella es el equilibrio en todo este embrollo llamado por ella misma "cuarteto de infelices". 

Es dieciseis de septiembre y sé que solo me quedan 2 días de "soltería", ya que el día de mi cumpleaños me toca comprometerme con el mujeriego de Steven, la sola idea de pensar que me toca casarme y tener hijos con ese hombre me produce unas terribles náuseas, quién sabe cuántas mujeres se habrá follado el muy idiota, ni siquiera sé si sufre de alguna enfermedad de transmisión sexual, porque de eso si estoy segura, el muy imbécil se ha llevado a la cama por lo menos a la mitad de Londres.

Bajo del avión con un humor de perros, visualizo al fondo la limosina negra de la mansión Sharman, sonrío ante la persona que está parada allí, en espera de nosotros.  Es el chofer de toda la vida de papá, Franklin, esta un poco mas viejo, se le notan las canas a leguas, pero igual le tengo mucho aprecio, me cuidó y defendió durante mi niñez y mi adolescencia del mundo que me rodeaba, en esta limosina lloré infinidades de veces ante el desprecio de mis "supuestos amigos".

Al acercarme, Frank me sonríe y abre la puerta para que entre, por mi parte, suelto mi maleta y le doy un fuerte abrazo, él queda algo sorprendido.

― Hola, Señorita Agnes. Que bella está ¿Cómo le fue en el viaje? ―Lo libero del abrazo al cual me mantengo sujeta, mis ojos están empañados pero, no pienso derramar ni una lágrima más, suficiente con lo que he llorado. Hago una mueca de decepción ante la pregunta y más por educación, ya que no deseo hablar.

―Hola, Frank, diré que bien para no entrar en detalles ―finjo una leve sonrisa, Frank observa, asiente y me invita a entrar al auto, cosa que hago sin pronunciar alguna palabra.

Mis padres abordan la limusina luego de que yo lo he hecho, de igual forma saludan a Frank.  El camino se hace mas largo de lo habitual, probablemente sea por el tiempo que tengo sin venir a Londres.

Antiguamente venia dos veces al año y me internaba de lleno en casa de mis padres, no salía ni veía a nadie, a excepción de mis hermanos, claro está, duraba una o dos semanas como máximo y regresaba a Chicago a vivir mi vida, pero desde hace dos años no he vuelto y creo que ha sido el tiempo en el que mas he cambiado mi aspecto físico y mi interior como persona, como ser humano.

Llegamos a la mansión Sharman ubicada en una de las calles de el barrio Hampstead de Londres, la casa donde nací y crecí.  Una bella mansión con unas 12 habitaciones, 6 salones, 2 piscinas, gimnasio, sauna, en fin una estructura enorme, ¿por qué papá habrá pedido la construcción de tantas habitaciones si sólo somos 7 ? Que desperdicio, pienso.

Al llegar, lo único que deseo es bajarme del auto, ni siquiera espero a que Frank abra la puerta, he olvidado un poco las normas de etiqueta ya que en Chicago no tengo lujos, es más vivo como un ser humano normal común y corriente.  Quiero ir a mi habitación, mi padre me toma de la muñeca y me da las buenas noches, respondo con una media sonrisa y me bajo del auto.

Camino hacia la casa y cuando abro las enormes puertas algo, mejor dicho alguien,  logra cambiar un poco mi humor. Mi pequeño hermano de 7 años sale corriendo a mi encuentro, de solo verlo me agacho y lo abrazo, la calidez de su pequeño cuerpo me llena de regocijo.

No me complace ser tu esposa ©  (Editando)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin