Capítulo 9

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- La muerte no es más que una llave hacia puertas alternativas.


ZANE

Me he levantado de la cama con una sensación de cansancio que parece arrastrarse desde lo más profundo de mi ser.

Las horas muertas en mi habitación me ha dejado con una mezcla de aburrimiento y ansiedad que pesa sobre mis hombros como una losa.

Hasta que los guardias me llevaron a la sala de interrogatorios. Va a empezar la diversión.

Mis pensamientos divagan mientras espero.

Me mantengo en silencio, con los brazos apoyados en la mesa mientras Aaron me analiza con la mirada, pero mis ojos vagan por la sala de interrogatorios.

La atmósfera está cargada, con una humedad pegajosa que se siente en el aire y deja un rastro desagradable en cada respiración. Las paredes desnudas, con la pintura descascarada, de la sala parecen cerrarse sobre mí.

El olor a moho y desinfectante impregna el lugar, provocando una repugnancia que se intensifica con cada minuto que paso en esa sala. La tenue luz fluorescente parpadea de manera intermitente. El mobiliario es escaso y desgastado, con sillas de plástico que crujen al menor movimiento.

Aaron mantiene su mirada fija en mí y sus ojos examinan cada gesto, buscando cualquier indicio en la expresión de mi rostro. Puedo sentir la tensión en el ambiente.

—Esa mirada tuya es indescifrable —comenta, rompiendo el silencio—. Es como si realmente tuvieras la mente en blanco... Impresionante —sonríe.

—¿Cuánto tiempo tengo que estar aquí? —pregunto, ignorando su comentario.

—El tiempo que haga falta hasta que me cuentes la verdad —responde, echándose hacia atrás en la silla.

Miro el reloj que cuelga en la pared.

—Quedan quince minutos para el almuerzo... ¿Me lo traerán aquí?

—No, hasta que no me cuentes lo que pasó no comerás nada.

Bostezo de aburrimiento.

—Eres el único que no finge pena al ver a la enfermera... ¿Por qué? —pregunta de repente.

—Porque no me da pena —respondo sincero.

—¿Y por qué no?

—Me dio más pena Nora, al igual que a ti. Se te veía bastante afectado —replico con chulería.

Él me mira, entrecerrando los ojos, como si estuviera pensando qué responder.

—Ella era una de mis pacientes más allegadas. La visitaba mucho y me alegré cuando dijeron que su pronóstico iba a mejor —hace una breve pausa para suspirar.

Qué bien actúa.

—Pero sí, la noticia me impactó bastante —termina por decir.

—Una lástima que la matara un infarto...

—Sí... Pero al menos no sufrió —añade, recuperando la seriedad en su rostro—. Con esa pobre enfermera se ensañaron... Tenía puñaladas por todo el cuerpo. Apuesto que tuvo que sufrir mucho antes de morir...

Frunzo el ceño al oírle.

Recuerdo cuando Dom me quitó el cuchillo en la mano. Él solo le clavó el cuchillo en el cuello, que fue suficiente para que en cuestión de segundos esa enfermera muriera.

¿Acaso han asesinado a dos enfermeras diferentes? ¿O acaso solo es algo inventado?

—¿Pasa algo? Tu cara ha cambiado —pregunta de repente, sin dejar de mirarme.

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