7. Realidad Fatal

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Martin despertó al día siguiente en la cama de su hija. Tenía el diario de Margaret sobre su pecho. El resplandor del sol entraba por la ventana de la alcoba, y destellaba su luz a través de un pequeño espejo que estaba situado sobre una mesita de madera.

—No puede ser. Me he quedado dormido.

Martin observó su reloj y notó que ya solo faltaba una hora para la salida de clases. Necesitaba abordar a Emily; y esa era su oportunidad. Martin salió de la alcoba y situó el diario sobre el sofá más pequeño de la sala. Luego, tomó un baño muy corto. Mientras el agua caía sobre su rostro, una imagen de aquella sombra llegó a su mente. Eso provocó un impacto tan nefasto, que casi le corta la respiración. El hombre salió de la ducha y se dirigió a su habitación. Contempló su rostro en el espejo y comenzó a darse palmadas en las mejillas.

—Debes mantenerte firme, Martin.

El hombre se vistió con una camisa negra, un abrigo de tonalidad marrón y pantalones azules descoloridos. Minutos más tarde, recogió el diario y salió con prisa de su departamento. No descansaría hasta conocer la verdad.

Una vecina del mismo piso lo abordó a solo centímetros de la escalera.

—¡Martin!

—Hola, Esther.

—¿Puedes aclararme todo lo que está ocurriendo? Los noticieros solo hablan de eso. Ahora nos hemos quedado sin guardia en el edificio, gracias a esto.

Martin respondió con ironía.

—Esto es insólito, Esther. Me preguntas qué está ocurriendo; pero no dices una palabra de aliento. Mi hija murió hoy en la mañana.

—Lo siento, Martin. Pero te están involucrando en su muerte. Es por ese motivo que...

—¡Piensa lo que quieras! No voy continuar perdiendo el tiempo contigo ni con nadie más.

Martin se volteó y comenzó a bajar las gradas.

—UN HIJO ES LO MÁS SAGRADO, MARTIN. SI TU LO HICISTE, ARDERÁS EN EL INFIERNO.

—Búscate una vida, Esther, y vete a la mierda —respondió.

Martin se llenó de ira luego de las palabras de esta mujer; pero no tenía idea que eso solo era un abrebocas para lo que estaba por ocurrir. Afuera del edificio se topó con una cantidad abrumadora de reporteros.

—¿Qué demonios sucede?

—Señor William; necesitamos que nos responda algunas preguntas.

—No tengo nada que responderles, déjenme en paz —dijo Martin, en tono cortante.

—¿Es verdad que usted fue absuelto de los cargos de asesinato?

—¿Qué puede decirnos sobre el robo del cuerpo de su hija de la Morgue del Hill Hospital?

—Muchos dicen que usted mató a su esposa y ahora le tocó el turno a su hija.

—¿Pero qué rayos están diciendo...? —preguntó Martin.

—¿Es cierto que su hija fue poseída por un demonio?

Todas estas preguntas lo abrumaban. Martin decidió evadirlos huyendo hacia una calle contigua; pero todos lo perseguían sin parar. De pronto, una flamante camioneta de color negro se detuvo bruscamente, y alguien abrió una de las puertas traseras.

—¡Sube!

—¿Adam?

—Sí; sube al maldito auto. ¡Ahora!

La Sombra de MargaretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora