CAPÍTULO 3

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LOBA CASTAÑA

CAPÍTULO 3

Danzaron gotas carmines salpicando los rostros de la gente, se formaron charcos rojos en el suelo impregnando la tierra y aire con su aroma, y, sentí como mi pelaje y mis colmillos fueron bañándose con su sangre. Desgarraba, destrozaba, ¡Masacraba! La carne de los pueblerinos; escuchando placenteramente el crujir de sus huesos entre mis fauces, acompañados de decenas de gritos.

¿Acaso no querían monstruos? ¿Acaso no contaban decenas de historias donde masacrábamos pueblos? Pues felicidades, por fin habían logrado traer a la realidad su deseo.

La sangre se aferraba a mi pelaje; en el reflejo de un charco pude percatarme de que entre la lluvia y desgracia se observaba a un ser castaño que cada minuto se aproximaba más a ser color carmín.

La luna sabía que yo nunca había osado herir de esa forma a nadie, las estrellas bien sabían que en el fondo me arrepentiría de perpetuar la violencia y muerte; sin embargo repetiría la acción las veces que fuese necesario en nombre de Natsuki.

Nos orillaron, me orillaron a eso. ¿Excusas? Quizá, no lo negaba. Pero creía que a esas alturas quien me culpase sería un hipócrita, un cínico. ¿Culparme? ¿Reprocharme mis acciones? ¿Por qué iban a echarme en cara un suceso que ellos mismos estaban provocando?

Aullé una vez más provocando el llanto de los niños, asustados gritaban y sollozaban por sus padres, quienes, probablemente, ya había asesinado. No negaré que levanté mi pata dispuesta a hundir mis garras en sus pequeños cuerpos; porque los humanos no se tentaron el corazón, no profesaron ni una mísera pizca de piedad cuando yo era pequeña y mataron a mis padres. Entonces... ¿Por qué tendría que tener misericordia en ese momento? Gruñí enseñando mis colmillos, diciéndoles que les devoraría de una dentellada.

Una bestia, era una bestia; bajo ese seudónimo respaldé lo que hacía, dejando de lado los principios o valores. Harta de contenerme, sentía arder todo un conjunto o mejor dicho un revoltijo de emociones y sentimientos que cegarían a cualquiera y lo estaban haciendo conmigo.

Gruñí pasando la lengua por mis colmillos, preparada para agregar los siguientes nombres que pesarían en el ataúd sobre mi espalda. La imagen de Natsuki en ese fatal estado me pasaba vez tras vez por la cabeza, avivando mi incendio emocional, sus abismales ojos pidiéndome que escapara sin ella... me enloquecían.

Pero... no quise hacerlo, no, más bien no pude hacerlo. La angustia en los ojos de una pequeña niña me lo impidió, veía reflejado en sus iris el miedo y festival de muerte; veía reflejada la bestia que tantas veces negué ser, un error. No, esos niños carecían de culpa en ese gran funeral. Fueron sus padres quienes cometieron las injusticias contra Natsuki, contra mí, no ellos; aunque muy seguramente en un futuro alzarían antorchas y nos darían caza. Pero aún no lo habían hecho.

Probablemente ese razonamiento era una tapadera. Sabía era posible que en realidad no lo hacía porque esos niños fuesen libres de culpa. Quizá solo era una forma de actuar egoísta en la que me ahorraba agregar otra culpa a mi listado. Quizá solo me salvaba a mí misma, tal vez solo me importaba vivir sin sentirme miserable con mis días en compañía de Natsuki.

Retrocedí sobre mis propios pasos. Habrían sido no más de 7 minutos de esa pesadilla encarnada para todos, incluyéndome. El sabor de la sangre inundaba hasta el último rincón de mi hocico y mi lengua.

Corrí al lugar de Natsuki, donde ella apenas podía mantener abiertos sus ojos. -Shi...zuru-. Con delicadeza, le tomé entre mis patas para acercarle a mi espalda. La forma humanoide, ese punto medio entre mujer y loba, desapareció para darle paso a mi esencia totalmente lobuna, con sus escasas fuerzas restantes colocó los brazos entorno a mi cuello, abrazándose a mi ensangrentado lomo.

LOBA CASTAÑAWhere stories live. Discover now