•18• La caja de Pandora

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Me sentía una vez mas flotando en el espacio

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Me sentía una vez mas flotando en el espacio. Ligera y tranquila, pero esta vez consiente de dónde podría estar.

Lo primero que llega a mí, es el cálido y reconfortante tacto de otra piel. Mis manos están bajo el cobijo de un par de manos grandes y de dedos largos. Lo segundo que llega a mí, es el olor a ozono y el aroma de algún tipo de aceite que en la tierra se encontraría en el oriente. Por último, la luz despliega mis párpados y miro con detenimiento al infinito. Que me cubre como si fuera un manto pesado y fijo sobre mi cuerpo. Todo en el universo -donde antes me pareció frío y oscuro-, ahora desembocaba en luz, color, gas, fuego, movimiento, sólido, transparente. Es tanta la vida que rige en él, que me parece una exageración. Todo está vivo y con eso me basta para saber que yo también lo estoy.

«Todo dentro de mí está vivo. Ya no hay muerte.»

Parpadeo en repetidas veces, alejando de mis pestañas las espesas lágrimas que comienzan a brotar con ese pensamiento. Es demasiado positivo para ser verdad. Es irreal para ser cierto.

-Esto no es real -tomo con fuerza la mano que me sostiene.

-Lo es. Abre los ojos, por favor -la voz se escucha amortiguada, como si estuviera en el fondo de un vaso de cristal.

-No quiero. Solo estoy soñando ¿Por qué abriría los ojos a la cruda realidad de que estoy muerta? -la mano intenta safarce de mi agarre. Lo he lastimado con mis palabras.

-Porque tienes que despertar del todo, tienes que mirarme y tienes que...

-Esto es absurdo -suelto el aire, cansada a la nueva vida.

Su risa repentina es lo que me anima por levantarme poco a poco y sin soltar su mano, me incorporo.

Estoy sobre una cama de plumas doradas y mi cuerpo está cubierto por un camisón del mismo tono. Observo los dedos de mis pies desnudos sin un solo rasguño o quemada, los muevo con curiosidad antes de atreverme a levantar la vista al lugar en donde me encuentro.

Más allá de mi cama, el suelo es de tierra suelta gris con destellos de azúl, púrpura y negro. Los colores destellan en una gran imitación de purpurina. Mis ojos vagan buscando alguna pared sólida ante la visión de el espacio a mi alrededor. La mano que me sujeta me da un apretón en respuesta a mi repentina inspección. No hay nada, solo estrellas y remolinos coloridos de galaxias.

-No hay paredes -digo con desesperación-, ni más muebles aparte de la cama.

-Hay todo eso pero tienes que calmarte.

Trago saliva por la intensidad de la situación y con mucho cuidado giro mi rostro a la voz que parece estar dentro de un vaso de cristal.

Creía encontrarme con algo igual que el esqueleto de la mujer anciana o en el mejor de los casos, el rostro del niño que dejé en mi pasado olvidado. Pero los ojos de mi hermano están frente a mí y a la vez no. Y es algo que alcanzo a entender. ¿Por qué no podría cambiar de la misma forma que cualquier persona normal? Es un proceso natural, el crecer y a crecido, eso sin duda pero no es el mismo.

Romina Neón #1 El Dominio Où les histoires vivent. Découvrez maintenant