CAPÍTULO 1

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Lys rodó los ojos al oírlo por enésima vez

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Lys rodó los ojos al oírlo por enésima vez.

     —¡No me importa quién sea, no me moveré hasta que salga de allí!

     Huges DeBlanckfort había montado todo un escándalo desde el momento en el que el Tribunal Supremo falló contra su hijo, como era de esperar. La había perseguido a lo largo del tercer piso, entre protestas y amenazas, y ella le había ordenado a la Guardia Real mantenerlo fuera del despacho, donde se había encerrado con la intención de leer el Rex Rexum. No obstante, no había forma de concentrarse en medio de los gritos.

     —¿Nicodémè?

     El joven ovum se acercó a ella de inmediato.

     —¿Sí, Su Alteza?

     —Dile a la guardia que se lo lleve.

     —Por supuesto. —Nicodémè hizo una reverencia—. Enseguida regreso, Su Alteza.

     Lys apenas asintió con su cabeza, sumida en el libro que tenía sobre el escritorio de madera labrada. Finalmente, el legado de sus padres había llegado a sus manos. Los monjes le habían explicado la importancia de semejantes documentos. El Libro de los Reyes contenía mucha información valiosa; desde lecciones aprendidas por cada monarca hasta secretos de Estado. También rondaban rumores, como aquel que insinuaba que allí dentro se escondía la fórmula del elixir, que por eso los monarcas vivían durante siglos.

     Lys intuía que sus padres le habían dejado alguna advertencia allí dentro. Sobre todo, en lo referido a los Minoritarios y cómo detenerlos. Habían combatido a la organización por décadas, igual que sus abuelos, quienes habían quedado mentalmente incapacitados como para relatarle todos sus hallazgos. El Rex Rexum prometía ser una ayuda. Podría no haberlo admitido durante la Sesión Extraordinaria, pero muy en su interior sabía que el profesor LeBlanc tenía razón: ella no poseía los conocimientos necesarios en materia bélica; dependía de sus ejércitos y comandantes. En parte por ello había intentado perdonar a DeBlanckfort, pero el inútil se negaba a colaborar con los suyos.

     «Un desperdicio», pensó antes de insertar la llave en el candando dorado, el cual cedió tras la segunda vuelta. Con especial cuidado, lo retiró y abrió el libro en la primera página. Entonces frunció el ceño.

SANGBÌBIERS V ELIXIRWhere stories live. Discover now