10 Origen de Dylan

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Kenai

Hace ya siete horas que la madre de Dylan cayó dormida, no claramente por que alguno de nosotros lo haya querido sino que fue Sal, el familiar sabor que te dejan las feromonas, lo delatan sin embargo no fue un dulzor sino que en cambio ocurrió con un metálico sabor.

Me encuentro tomando un poco de infusión de poleo, su olor me recuerda al pasado en donde no me preocupaba más que estudiar, no es que mi vida laboral dependiera de una estúpida máquina que viera si soy o no inteligente, como lo es hoy en día, pero el hambre de conocer era fantástico.

Andar sin zapatos mientras que comenzaban a llegar nuevas tecnologías desde el otro lado del mundo ayudaba a la comodidad.

Aunque ver a Dylan en estas condiciones no me deja viajar totalmente, desearía cambiar lo que me queda de vida por que el la viva, no es que este aburrido de la mía, pero yo en comparación de, él ya he disfrutado mucho, entre mis libros, los países y esta isla.

-Sí, te daría la mitad que me queda por lo que te falta.- Murmure entre lágrimas, las que cayeron sobre su mano.

-Perdón.-Susurre esta vez con la voz entrecortada.- Te estoy mojando y no puedo parar de hacerlo. Todos hacen lo que pueden, todos sufrimos, así que debes de vivir, si es que las horas se llegasen a terminar, tú vivirás.

Tome con cuidado su mano, ya no estaba de un color amarillento como había de tenido aunque mantenía su piel seca con un tacto casi arenoso, y con sumo cuidado pase mi dedos por sus nudillos, para posterior abrazar mis dedos con los suyos.

De manera inconsciente comencé a cantar suave para que estas melodías no sonaran fuera de esta habitación, ya que deseaba calmar el dolor que ha de estar sufriendo.

Puede que mi boca estuviera soltando rimas sin cesar, no era ilógico ya que de aquello se trata una canción, sin embargo me dolía el corazón por ver su rostro, uno que está simulando una siesta.

Una dolorosa siesta, una siesta que pronto terminara pero no para sofocar el desconsuelo sino que para terminarlo en óbito.

Dylan

Oía una canción realmente suave, podría de ser de cuna como una tradicional, ya que no mantenía maldad dentro de ella.

La voz que la emitía era Kenai, lo sabía puesto que ya lo había escuchado antes, sus canciones siempre eran mezcladas de melancolía, aunque esta vez me traía un recuerdo dulce, durante este tiempo siempre se han creado dulces recuerdos.

Deseo despertar, si voy a morir quiero que sea despierto junto a los demás no quiero, que lloren a un cuerpo que paso todo el tiempo dormido.

De manera que con dolor comencé a tratar de hablar, mi garganta parecía quemada, puesto estaba áspera, seca y con un sabor a tierra, que sin mentir no era agradable.

Con la lengua comencé a humedecer mi boca, tratando de que pudiera abrir los labios, puede que sea una lentitud grande como puede que sea una gran rapidez en mis acciones.

Por lo que cuando tuve fuerzas para para poder abrir mi boca, solté lo que mi corazón deseaba gritar, no era tío Joseph, mamá o papá sino que era

-Kenai.- susurre.- Kenai.- Repetí solo que esta vez mis ojos se abrieron poco a poco y la luz me cegó de momento, pero como recompensa me encontré con la tierna cara de Kenai, sus facciones tristes, se fueron llenando con alegría además de que mi rostro era aterrizaje de sus lágrimas.

No me importaba

-Dylan.-Trago con fuerza.

Fue lo único que dijo antes de enterrar su cabeza en mi cuello, sus manos apretaban con fuerza mi pijama, aunque solo fueron unos segundo antes de mover su mano, hacia el otro extremo de la cama y sacar su cabeza de su escondite.

Duraznos EnsangrentadosWhere stories live. Discover now