Capítulo 16

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Narra Gonzalo.

Fue uno de los amaneceres más hermosos que recordaría en la vida, a pesar de la sensación angustiosa que me apretaba el pecho.

La playa de la Caleta con el albor de la madrugada, las primeras gaviotas posadas sobre la arena descubierta por la marea, y el particular edificio blanco de arquitectura mozárabe decorando la esquina del cuadro.

Las humildes barcas pesqueras se mecían amarradas a sus bollas, esperando el inicio de la jornada laboral.

Qué diferente parecía todo y qué idílico comparado con el caos del que huíamos.

Del que huíamos... Todavía me parecía imposible de creer.

Estaba huyendo de dioses y demonios acompañado de una semidiosa del amor y dos niños seguramente con superpoderes… qué lejanos parecían ahora aquellos veranos cuando el mayor de mis problemas era evitar que una gaviota se comiese mi bocadillo de tortilla antes que yo.

— ¿Estamos en un sueño de Aladdin? – habló Oliver, dirigiendo su mirada al edificio con cúpula blanca y pilares de madera del mismo color.

Por un momento tuve la tentación de inventarme otro cuento.

— No, es una ciudad de España. Pero entiendo que se te parezca…

— Oh. ¿Y hay más ciudades así?

— En el mundo hay muchísimas, incluso más parecidas a Aladdin que esta.

— ¿Entonces, existen cosas bonitas fuera de los sueños?

Se me rompió el corazón en mil pedazos. ¿Qué clase de vida había tenido este niño?

— Claro que existen. – dijo Eloísa. – Y cuando acabemos con los problemas, os llevaremos a verlas.

Me sorprendió su afirmación. Era mucho asumir que saldríamos todos del lío como para irnos de viaje familiar, pero las caras de ilusión Oliver y su hermana me confirmaron que sería un nuevo objetivo por el que luchar.

— Los problemas son con dioses y demonios reales, ¿a que sí? – comentó María, con esa resolución de mujer de 20 años.

— Es complicado… pero sí, hay implicados más que humanos en esos problemas.

— ¿Y aquí hay más demonios?

Crucé miradas con Eloísa y resolví ser yo quien diese la mala noticia.

— Creemos que sí. – la chica cerró los ojos. – Pero vamos a intentar que estéis lo más a salvo posible, lo prometemos.

Asintieron como si entendiesen la gravedad de la situación. Probablemente lo hiciesen.

La semidiosa bajó la voz, intentando mantener en secreto nuestra conversación.

— ¿Qué hacemos, Gonzalo? – Parecía intranquila, con razón.

— ¿Te has comunicado con alguien más del Olimpo?

Negó.

— ¿Conoces a algún otro semidiós en la tierra?

— El verdadero Marco creo que estaba en el ejército del aire de Madrid…

En esta ocasión fui yo el que negué.

— Se marchó con Lucía a algún sitio en el que ella pudiese estar a salvo.

— ¿Se fueron en un portal?

— Que yo sepa, no. Vino en coche a por ella….

Eloísa se paró a reflexionar sobre nuestras opciones. Su frente se iba arrugando a medida que su cabeza ideaba y desechaba planes demasiado complejos para llevarse a cabo.

2° Parte ¿Dónde estoy?Where stories live. Discover now