ᴛʀᴏɪꜱ

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🥀

Al salir de la estancia, Jimin fue recibido por una sinfonía de campanadas que resonaban por todos los salones del castillo. El sonido de cada una se entrelazaba en el aire, creando una melodía mágica y atrayente.

Con paso cauteloso, el joven siguió el sonar de las campanas hasta llegar a unas pesadas cortinas que se movían levemente con la fría ventisca de la noche. Tras atravesarlas, se encontró en un majestuoso salón de banquetes, donde la luz de las antorchas danzaba en las paredes, creando sombras que parecían cobrar vida.

Los golpes resonantes de unas botas de cuero acompañaban sus pasos, marcando un ritmo amenazador que hacía latir su corazón con mayor fuerza. No cabía duda de que era la bestia misma quien le seguía, oculta entre las sombras del castillo. Y aunque el corazón de Jimin latía con fuerza, prefirió adoptar una postura firme y desafiante, preparándose para enfrentar a su perseguidor en aquel salón.

Tratando de ocultar cualquier inquietud, sus pasos no flaquearon mientras descendía majestuosamente por la escalinata. Al llegar al pie de la misma, sus ojos se encontraron con un imponente reloj que, con precisión y elegancia, marcaba las siete en punto, del cual su tañido parecía ser el dueño del resonar que llenaba todo el palacio. A su alrededor, el esplendor del lugar no dejaba de sorprenderlo, destacando la majestuosa chimenea encendida que brindaba una cálida bienvenida, y el inmenso comedor adornado con un lujoso mantel rojo de terciopelo bordado en hilos dorados, en cuyo espléndido banquete cientos de manjares esperaban para ser degustados en solitaria gloria.

El breve instante de maravilla quedó eclipsado al divisar una sombra colosal ante él, la primera visión de su enigmático carcelero. Su corazón se aceleró con ímpetu y el temor lo inmovilizó, siendo incapaz de avanzar ni de volver a ver hacia atrás para enfrentar a quien sería su verdugo. Solamente permaneció como una estatua, esperando ansiosamente escuchar de los labios de la bestia que su fin sería veloz y poco tortuoso.

La bestia, por su parte, se hallaba emocionada, cautivado por la imagen frente a él. Sus ojos se regocijaron con la presencia del jovencito, inocente pero audaz. Aunque solo divisaba la espalda del intrépido visitante, confirmó que el anciano no había mentido en lo más mínimo.

El último tañido de la campana resonó, sumiendo a ambos en un incómodo silencio. Jimin, cobrando valor para hablar, se adelantó - Soy Park Jimin y he venido a ofrecer mi vida en lugar de la de mi padre -

- Siéntate. - Ordenó la bestia con voz grave y atronadora.

La imponente presencia del carcelero hizo que Jimin obedeciera sin rechistar, dirigiéndose con cautela hacia uno de los suntuosos asientos que se encontraban en los extremos del comedor. Cada paso del joven era seguido de cerca por la imponente figura de la bestia, lo que aumentaba la tensión en el ambiente.

Decidido a evitar el contacto visual con la criatura que le acechaba, Jimin se sentó con gracia y mantuvo su mirada fija en el suelo. Desde allí, solo alcanzaba a ver las grandes botas y las ropas opulentas que vestía el dueño del castillo. Con aparente serenidad y cortesía, el carcelero se colocó detrás del asiento, empujándolo ligeramente para que Jimin se sintiera más cómodo.

- Come - ordenó nuevamente la bestia, con voz autoritaria, permaneciendo aún a espaldas del joven - Una vez hayas recobrado tus fuerzas, podrás explorar a tu antojo cada rincón de mi dominio. Sin embargo, cuando la oscuridad caiga sobre el castillo, te prohíbo abandonar sus muros.

Jimin, con el corazón agitado y temeroso por su vida, contempló la comida y los cubiertos de plata que reposaban a su lado. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, incapaces de contener la tristeza que le embargaba. La voz de la bestia tenía un poder arrollador sobre él, causándole un profundo arrepentimiento de sus decisiones.

Le petit et la bête -KMDove le storie prendono vita. Scoprilo ora