𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝐈
𝐒𝐀𝐆𝐀: 𝐔𝐍 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐄𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈Ó𝐍
"𝐌𝐢 𝐏𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚 𝐏𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚"
Alison Ivanov, una chica de dieciséis años con padres dueños de exitosas empresas tanto nacional como internacional. Ella lleva una vida normal como...
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Pov Alison
Kilian parqueo el auto unas casas antes de la mía para evitar que me vieran con él.
—Hemos llegado preciosa —informó, girando su cuerpo hacia mi con una sonrisa en su rostro.
—Gracias por traerme, Daddy —agradecí algo desganada forzando una sonrisa.
Aún estaba triste por lo que había dicho, sé que tal vez sea una tontería pensar en eso o que estoy siendo dramática, pero saber que probablemente en sus planes no esté tener hijos me ponía triste ya que yo soñaba con formar una familia en el futuro, tenía el sueño de ser madre.
Quería estar con Kilian, veía un futuro a su lado pero al parecer él no lo hacía.
Después de todo solo estábamos "juntos" por el fetiche, para él sólo es atracción sexual y yo soy una tonta por tan siquiera pensar en ser su novia.
—¿Te encuentras bien, princesa? —preguntó preocupado escaneando mi rostro.
—Estoy bien, nos vemos después —me acerqué a él y dejé un beso en sus labios el cual me siguió.
Nos separamos por falta de aire —no olvides que pasaré por ti al instituto —asentí en respuesta.
—Adiós, nos vemos después —me despedí para acto seguido bajar del auto.
Voltee despidiéndome de él con la mano para así cerrar la puerta y caminar en dirección a la casa.
Al llegar todos se encontraban aún dormidos así que subí directo a mi habitación, me duche y me cambié por el uniforme.
Ya estaba lista así que tomé mi mochila para bajar al comedor, al llegar ya todos estaban sentados con el desayuno servido.
—¡Buenos días! —salude tomando asiento a lado de mi hermano.
—¡Buenos días, cariño! —regresó papá sonriendo—. ¿Cómo te fue ayer?, Strom me comentó que saliste con tus amigas.
—Así es, me fue bien, me quedé a dormir en casa de Ingrid —expliqué.
Desayunamos, con algunas preguntas de papá respecto a las clases y después Strom me llevó en su coche al instituto.
Al llegar no vi por ningún lado a las chicas, lo que me pareció sumamente extraño. Caminé por el pasillo hasta mi casillero cuando sentí que me jalaron del brazo.
—¡Maldición Ingrid! —llevé una mano a mi pecho—, me asustaste.
—Necesitamos tu ayuda —me miró preocupada.
—¿Que pasa? —pregunté.
—Es Bonnie —mencionó por lo bajo mirando al rededor.
Sin decir más, me llevó del brazo arrastras hasta los baños de mujeres, donde al entrar Ingrid le puso seguro a la puerta para que nadie entrara. Las chicas se encontraban afuera de un cubículo con sus caras llenas de preocupación
