Capítulo 1

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Hoy me siento bien a pesar de poder calificar mi vida como desastrosa. Hoy siento que todo puede cambiar y que yo puedo ser mejor persona. No es que no sea buena persona, lo soy, claro que lo soy, pero hoy, hoy es todo diferente. Podríamos decir que me he estado levantando estos últimos tres años con el pie izquierdo y hoy por fin, mi pie derecho ha decidido dar el primer paso al bajar de la cama. Me siento tan radiante por dentro que he pensado también parecerlo por fuera. Normalmente me levantaría, me lavaría la cara y los dientes, escogería cualquier prenda sin fijarme en su combinación de colores y saldría a la calle sin tan siquiera peinarme. Pero hoy no. Hoy algo ha cambiado en mí. 

Tendréis que saber que una de las cosas que me caracteriza es que suelo repetir las cosas muchas veces, ¡ah! y que digo muchos tacos. Como decía, hoy algo ha cambiado en mí. Hoy me voy a poner la falda de tubo azul eléctrica, con unas botines planos negros, una camiseta negra con transparencias en los brazos, unas medías negras trasparentes, una chaqueta de imitación de cuero negra y un foulard azul eléctrico y negro con estampado de leopardo. Y la melena, hoy sí que me la peino. La dejo suelta, pero me lo peino. Y os preguntaréis ¿Dónde vas así vestida? Pues he quedado con mis amigas: Sara, Marta y Úrsula. Estoy cogiendo las llaves de casa y metiéndolas en el bolso (uno negro con tachuelas que me regaló Marta en mi veinticinco cumpleaños y que completa el look), cuando suena mi Iphone. Es justamente Marta quien me llama. Siempre hace lo mismo, lo hace porque sabe que siempre me quedo dormida, pero hoy no, hoy no me pilla.


- ¿No me lo creo, estabas despierta? 

- ¿Lo dudabas?- Se ríe.

- En 5 minutos estoy en tu casa. Hasta ahora. Te quiero.

- Te quiero.

Nos queremos mucho. Tenemos esa clase de amistad que no se rompe ni con el martillo más grande y pesado del mundo. Nos hicimos amigas cuando íbamos a la clase de preescolar y aquí seguimos, una junto a la otra. Cuando lo tengo todo metido en el bolso, salgo de mi acogedor piso y bajo las escaleras hasta la calle. Cuando llego abajo y salgo, observo que Marta aún no ha llegado, así que saco mi paquete de tabaco y me enciendo un cigarrillo. Vale, sí, fumar es malo, juzgadme si queréis. ¿Pero vosotras no hacéis nada malo? Marta llega. Me ve, baja la ventanilla y grita.

- Madre mía dime la verdad, ayer follaste- y ¡ala!, lo suelta ahí, en medio de la calle, sin fijarse en si pasaba alguien cerca, o lejos, porque con el grito la han oído hasta en la pescadería de la esquina.

- Cariño, no puedes estar más equivocada.

Y por desgracia, o por el hábito de la costumbre, lo está. Tan equivocada como mis ganas de que no lo estuviera. No es que me afecte una ninfomanía sin remedio y busque un polvo como el oxígeno para respirar, pero empiezo a necesitarlo y cada vez más. Me subo al coche de Marta. Bajo el volumen de la música y nos damos nuestro abrazo de siempre.

- Ya puede ser importante lo que Úrsula nos tiene que contar, porque movilizarnos a todas un miércoles por la mañana no es nada fácil- le digo.

- Ya ves, yo tengo que trabajar este sábado a cambio de librar hoy, más le vale que sea un bombazo- y vuelve a subir la música. Suena la nueva de Antonio Orozco, que me encanta. Y nos ponemos a cantar a dúo.

Cuando llegamos al bar en cuestión, las chicas ya están reunidas dentro en torno a una mesa. Está Sara. Como siempre, la muy cabrona, guapísima y con su cuerpo diez, y cuando digo diez es redondeando la decena... ¿Sabéis lo típico de medidas 90 - 60 - 90? Pues ella cumple el ejemplo a la perfección. Y además ¿Sabéis qué? Es rubia con ojos azules. Sí, sí, un bellezón en toda regla. Suerte que no la conocí hasta después de echarme novio, porque de lo contrario no me hubiera comido un rosco en la vida. Luego está Úrsula. Úrsula es especial. Una mujer que, a pesar de tener unos pocos kilos de más, logra que a su lado yo me sienta fea. Como ella dice, tiene sus lorzas, pero muy bien puestas. ¡Y su cara! Tiene el rostro más perfecto del mundo. Y además es de las que tiene maña con el maquillaje. Sí como esas chicas que hacen tutoriales en YouTube, que para pintarse un ojo se echan cuarenta sombras diferentes y les queda genial, como si fueran modelos de pasarela. Que yo hago eso y parece que me he maquillado en el avión en un momento de fuertes turbulencias. ¡Ah! Y Marta, que no os he contado nada de mi Marta. Marta es especial. No es ni la más guapa, ni la más alta ni la más delgada. Pero Marta es Marta. Pelirroja de bote y con una talla 38 de pantalón.

Tú eres lo que necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora