Capítulo 5

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Finalmente, he conseguido abrir la puerta de una patada, y, ahora mismo, me encuentro en el comienzo de unas escaleras de caracol metálicas que parecen no acabar nunca. Hay una barandilla deteriorada y oxidada a mi izquierda, y no tiene pinta de parecer estable, pero a pesar de su estado, decido apoyarme sobre ella. Estoy cargando todo el peso de mi cuerpo sobre esa vieja baranda cuando, de repente, noto como se empieza a soltar. Me arriesgo a caerme si sigo sujetándome a ella, pero también me arriesgo al no saber el tiempo que tardaría en bajar hasta abajo del todo sin apoyo alguno. Nadie me puede asegurar que no vaya a aparecer de repente cualquier persona.

Elijo la segunda opción, la cual me parece la más coherente, porque si la barandilla se caía, montaría un gran estruendo, del que estoy segura de que se percatarían en muy poco tiempo. Comienzo a bajar, dejando atrás la puerta por la que había salido hace unos minutos. Me cuesta. Aún sigo sintiendo ese punzante dolor en el tobillo al caminar, pero poco a poco disminuye, o mejor dicho, poco a poco me voy acostumbrando y no me parece tan insoportable como antes. De todos modos, me cuesta lo suyo bajar las escaleras. Llevaré unos 50 peldaños, pero estos parecían aumentar en número más que disminuir.

El tiempo pasa y no sé cuánto llevo bajando las escaleras, pero todavía no he llegado al final, y cada rayo de luz es tragado por la oscuridad que proviene del final de estas. La parte buena de ir a mi ritmo, es que mis ojos se van haciendo a la cantidad de luz que hay según vamos bajando, así que espero, que cuando llegue abajo del todo no tenga problemas para ver lo que sea que haya ahí. De repente, los escalones parecían cambiar de ser unas gruesas láminas de metal a ser unos pequeños tableros de madera. La barandilla también desaparecía, cosa que me supone en parte un problema, porque de vez en cuando me apoyaba sobre ella, y me sentaba sobre los escalones para descansar.

Según apoyo el pie sobre el tablero, la madera cruje, así que me siento sobre el último escalón metálico y empiezo a meditar sobre lo que me había pasado en las últimas horas. Estoy segura de que han pasado más de tres días desde que desperté al lado de Will. Deduzco que me había mentido, porque lo único que seguía recordando eran cosas sobre Will, pero nada sobre mí, ni sobre cómo llegué ahí. Gabriel también me había mentido al decirme que el tobillo pararía de dolerme a la media hora, cosa que obviamente, no iba a pasar. Volviendo a la realidad, tengo que seguir bajando. Los escalones siguen rechinando según continuo mi descenso hacia la oscuridad.

Bajo el pie izquierdo con cuidado hacia el siguiente escalón, y de repente, el tablero cruje y se rompe, lo que me fuerza a hacer un gran contrapeso con mi pierna derecha para no caerme. Inspiro y me relajo, o por lo menos eso intento, esperando que me baje un poco el pulso. Sigo bajando, pero ahora me doy más prisa. Ya puedo ver el final de las escaleras. En cuanto llego, no se puede ver absolutamente nada, solo que no hay más escaleras. De repente, una luz se enciende automáticamente, y me deja ver una puerta con un viejo cerrojo. Parece estar cerrada, e intento abrirla, pero esta vez no lo consigo. Estoy realmente agotada y decido sentarme y recostarme contra la puerta un rato.

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