5. Tan joven y estúpido [*]

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𝙱𝚎𝚕𝚎𝚔𝚑𝚒𝚊, 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙱𝚎𝚜𝚝𝚒𝚊𝚜

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𝙱𝚎𝚕𝚎𝚔𝚑𝚒𝚊, 𝙲𝚒𝚞𝚍𝚊𝚍 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝙱𝚎𝚜𝚝𝚒𝚊𝚜

Salto sobre las ramas de los árboles, recorriéndolas tan rápido como lo harían los propios espectros dentro de un mundo de pesadilla; y cuando rama cruje por mi peso al situarme en el extremo, caigo con la elegancia felina que caracteriza a mi raza sobre el húmedo suelo del bosque. A la luz plateada que ha quedado tras abandonarnos el crepúsculo, mi pelaje reversible ahora mismo no se dista demasiado de un faro si no diera la casualidad de que se me diera de fábula fundirme con las sombras de la noche. Ellas me amparan, me ocultan. Si yo no quiero ser visto por nadie, ninguna criatura puede conseguirlo por mucho que intente seguir su instinto, o al menos en tratar de hallar la localización de mi aroma.

Alzo la mirada al enorme edificio que se erige más alto que ninguno, del mismo modo que lo haría una torre, y donde las ventanas se aprecian iluminadas por las velas para dejar claro que en esas habitaciones las chicas están ocupadas por algo más que el servicio de limpieza o masajes con intenciones médicas. El bosque situado literalmente al lado de la alta muralla de cinco menos, aunque alta, no impide que pueda observar los edificios altos desde el suelo con una expresión severa.

De ahí salté.

Algunos dirían que podría volver a entrar por la puerta, pues lo guardias que la custodian en rotativas sabrían fácilmente que soy el que ingresaría en la ciudad... si no me sintiera tan molesto. Por eso salté del muro en dirección a los árboles, para así no ser visto y burlado para conservar mi elegancia audaz y ego intacto.

El problema sobre el porqué me encuentro en el bosque desde hace un largo rato, en lugar de disfrutar de la encantadora compañía de las señoritas de la noche, es porque me echaron del burdel de una manera atroz y vergonzosa. A duras penas me dio tiempo a vestirme con rapidez, escapar por la ventana como un vulgar ratero de poca monta, y salir pitando de tejado en tejado para que nadie de la guardia nocturna me impidiera el paso a causa del grito de La Madame de aquel lugar.

Hacerlo me hizo sentir como un fugitivo al que le habían pillado robando a plena luz del día, cuando en realidad sólo hice lo que haría cualquier hombre que frecuenta un lugar donde siempre se asegura que se ofrece cariño, atención, buena bebida y compañía.

Rameras desagradecidas y aprovechas, pienso conforme mi forma animal lanza un gruñido, maldiciendo con desagrado por no ser la primera vez que me han jodido de esa manera.

Siempre pasa igual cuando aparezco por la puerta con mi cuerpo semi-humano, mostrando mi mejor sonrisa, mis preciosos músculos, mi bello pelaje junto a mi mejor ropa, y por supuesto mi bolsa de monedas de plata para asegurar que tengo dinero para cualquier mujer cariñosa que esté libre. En ese burdel en concreto, la mayoría de mujeres son felinos como yo, lo que me gusta mucho, y también su manera de darme atención en lugar de otras razas.

Además, el proceso es simple: Entro, enseño el dinero que tengo en mi poder, elijo a la chica que me parezca más bonita entre las opciones, y vamos directos al tema sin siquiera pararnos a conversar con una copa ―que obviamente tengo que pagar yo por ser hombre, ya que es lo habitual al género― ni hacer preguntas sin que nos importen a ambos las respuestas en realidad.

𝕮𝚞𝚛𝚜𝚎𝚍 [Actualizándose sólo en Inkitt]Where stories live. Discover now