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Horacio miró el cuello de su amigo, sonrió pícaro.

⎯Al menos tú sí que agarraste a alguien.⎯ Gustabo lo miró confuso, luego miró mejor su rostro y bufó.

⎯Ni siquiera me acuerdo, tío. ⎯los dos rieron. Tiene una sutil silueta en su mente, pero no logra identificar quién es. Cree, no, afirma, que estaba muy cachondo y solo necesitaba descargarse.⎯El hijoputa me marcó hasta en la espalda. ⎯Horacio tosió entre risas audibles, su acompañante suspiró... De alguna forma, se sentía algo raro, raro bien, con aquellas marquitas.

Salieron a patrullar, por órdenes de Conway.

Su subconciente le emitía una descarga eléctrica al pensar en ese hombre, no sabe bien porqué.

Seguramente porque es un prepotente, y los gritos algunas veces lo descolocan.

La tarde estaba relativamente tranquila, Horacio y Gustabo tenían la manía de parar a cualquier transeúnte mínimamente sospechoso, - aunque en ninguno de los casos lo eran - de todos modos, estaban aburridos, y el rubio necesitaba con urgencia tener distracción. Muy fácil fue para tener al de cresta de su lado.

Lo malo que había pasado, era que, todas sus acciones quedaron registradas en la mente fría de un ruso de dos metros.

Que sin dudarlo ni un milisegundo, fue de chivato a Jack Conway, con sorna en su hablar - casi - pero disimulaba su molestia hacia el dúo dinámico. El pelinegro apenas escuchar el nombre Gustabo y problemas juntos, ya se imaginaba una charla de puras burlas sin gracias - para él - y recuerdos vívidos de anoche.

Confused Where stories live. Discover now