Capitulo 8

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—¡Harutaaaaa!

Se escuchó un gritó por toda la cubierta del Moby Dick. Por una puerta salió Ace incendiándose de furia...literalmente. Todos voltearon a verlo sorprendido, sus hombros estaban quemándose y sus pasos dejaban huellas de hollín en la madera.

—¡Alguien apáguelo, va a quemar el barco!— varios miembros de la tripulación se acercaron a él y lo sujetaron como pudieron. Haruta por su parte salió huyendo y se escondió en alguna parte del barco.

—¡Al único que voy a quemar es a Haruta! ¡Harutaaa!

—¡Oye! ¿Qué te hizo Haruta?— preguntó Thatch acercándose.

—¡¿Que qué me hizo?! ¡Puso cucarachas en mi boca mientras dormía!

La risa de Haruta se escuchó desde el otro extremo del barco. Ace forcejeó intentando que lo soltaran.

—¡Tráiganme a ese maldito enano! ¡Lo voy a matar!

—¿¡Qué?!— Haruta salió corriendo hacia él— ¿¡Qué me dijiste?!

—¡Lo que escuchaste!

Haruta sacó su espada y se la apuntó a Ace.

—¡Retráctate o te meto esta espada por el-!

—¡Ey!— Ace se liberó finalmente y se puso en posición de combate.

—¡Quiero ver que lo intentes, enano!

—¡Ahora sí te la ganaste Portgas!

—¡Alguien deténgalos! ¡Se van a matar!— la tripulación estaba empezando a moverse para someterlos, pero se detuvieron cuando Izo les hizo una seña.

—Déjenlos, que se maten.

—¡Pero comandante!

—Al menos así tendremos paz en este barco— la tripulación dudó un poco, pero retrocedieron y vieron a los dos a punto de saltarse a la yugular.

—¡Retráctate!

—¡Oblígame! E-NA-NO

—¡Wowowow! Tranquilos—Thatch se puso entre ellos con los brazos extendidos— No se peleen, son amigos.

—¿Amigos?— dijo Ace con incredulidad.

—Sí, sí, sí, trabajaremos en los detalles luego, por ahora...—los agarró a los dos por la parte de atrás de sus camisas y los arrastró bajo cubierta sin escuchar ninguna de sus protestas.

El resto de la tripulación suspiró de alivio, al menos ahora Thatch se encargaría de esos dos.

—¿Entonces ya no se van a matar?

—No, desgraciadamente no— suspiró Izo decepcionado.

Thatch aventó a los dos hombres que parecían bestias salvajes dentro de un armario en desuso, era lo suficientemente grande para que cupieran los tres adentro, y lo suficientemente pequeño para sentirse claustrofóbicos.

—¡Thatch! ¡Qué estamos haciendo aquí!— gritó Haruta listo para descargar su furia contra el cocinero.

—¿Enserio, Haruta?— Thatch lo miró indiferente— ¿cucarachas?

La cara de Haruta de repente se iluminó y sonrió traviesamente.

—¡Sí! Llevo juntándolas en un frasco por algunas semanas. Hoy me encontré a Ace durmiendo bajo cubierta entre un montón de barriles (extraño lugar para tomar una siesta si me lo preguntas). Se veía tan tranquilo y tenía la boca abierta, no me pude resistir— se echó a reír otra vez, para molestia de Ace.

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