Capítulo 10

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Noté como mis manos se empapaban de un sudor frio y mi respiración se volvía a acelerar. Aparté la vista y él volvió a hablar:

— Nunca he matado a nadie que no se lo mereciese.

Volví a mirarlo molesta— ¿ Que no se lo mereciese?— solté una risa irónica— no tienes derecho a decidir si alguien lo merece o no.

Él se frotó la frente frustrado.

— Mira Maeve, no espero que lo entiendas pero tenía mis motivos con todos y cada uno de ellos, y si decides quedarte y ayudarnos vas a tener que estar dispuesta a hacerlo tú también.

Después de decir esto me echó un último vistazo y se fue con los demás.

Me quedé ahí con la mirada fija en el frente.

Me imaginé sosteniendo un arma y disparando a otra persona, no era capaz de hacerlo. Solo de pensarlo me mareaba.

Alguien apoyó su mano con cuidado en mi hombro, y esta vez fue Evette a quien vi al girarme.

— Ven, te llevo a casa— me dijo con una sonrisa.

Salí de la fábrica sin despedirme de nadie y seguí a Evette hasta un coche azul oscuro con los cristales tintados. Esperó a que entrase yo y después lo hizo ella.

Al cerrar la puerta apoyé la cabeza en la ventanilla y me limité a mirar por ella. No me apetecía hablar y tampoco tenía nada que decir.

Tras un largo rato escuché un suspiro y noté como se giraba para mirarme.

— No debería contarte esto, pero creo que te puede ayudar a entenderlo— se refirió a Alek— Cuando era pequeño pasó algo en la mansión con su madre, nunca nos ha querido contar qué era. Pero desde ese día el señor Volkov fue mucho mas duro con él y le obligó a aprende a usar un arma— hizo una pausa— con 10 años su padre le obligo a matar por primera vez, le enseñó que era él o el resto. Y que si quería defender a los suyos tenía que ser capaz de matar, algo que un niño no debería aprender— bajó la mirada algo apenada.

Abrí la boca sin saber qué decir. Ella siguió:

— No te vamos a obligar a ayudarnos y entendería perfectamente que no quisieras, pero si al final decides hacerlo, tienes que estar preparada para cualquier cosa porque la gente contra la que vamos a luchar no dudará en matarte si te tiene delante.

Me dejó en la puerta de la mansión y se despidió.

Me quedé paralizada durante un momento en la puerta, con la mano sujetando el pomo. Imaginé lo que tenía que haber sido para Alek tener que vivir así desde pequeño, y yo misma experimenté algo de rabia. Entonces me vino a la mente mi madre, ¿y si le pasaba lo mismo que a la de Alek? Yo misma era incapaz de saber qué sería capaz de hacer si algo así le pasaba.  Sin darme cuenta estaba agarrando el pomo con mas fuerza y mis nudillos se empezaban a enrojecer.

Entré y al cerrar escuché la voz de mí madre. Sonaba enfada y nerviosa, así que me dirigí hacia ella.

Estaba hablando por teléfono y se movía de un lado a otro. Al verme paró.

— Te llamo luego— colgó.

— ¿Estás bien— me acerqué.

— Sí, no te preocupes — me acarició el pelo cariñosamente.

Noté que estaba mintiendo porque siempre hacia el mismo gesto con la cara.

— ¿Segura?— insistí.

— Es solo que...

Antes de que pudiese acabar la frase, el señor Volkov entró.

— Te estaba buscando — se dirigió a mi madre.

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