07

91 16 1
                                    

Había estado corriendo por un largo rato intentando encontrar a la fémina de hebras ___, pero no tuvo éxito ninguno incluso si varias personas en el trayecto le habían asegurado el haberla visto pasar por su lado. Pero ___ no daba señales de aparecer pronto, y no era para culparla. El espectáculo que le había montado Elizabeth le había afectado en demasía. Ella no era una persona con demasiada autoestima y ser el centro de atención no era algo que le agradase. Ciel comenzaba a perder las esperanzas de encontrarle, no sabía a dónde pudo haber ido, y desgraciadamente, ella era mucho más atlética que él, así que dudaba poder igualar siquiera su velocidad.

Por su parte, ___ había caído en cuenta de que estuvo corriendo sin rumbo alguno. No era queble preocupase perderse, siempre podía llamar a sus padres y alertarles de su ubicación o preguntar a los residentes del lugar por donde podía regresar a casa. Pero la verdad era que tampoco le apetecía volver a buscar la compañía del apellidado Phantomhive. Él no tenía la culpa, estaba consciente de ello, pues supo de inmediato que trató de detener a su prima de montar semejante escándalo, pero si tener una mínima interacción con él implicaba que Elizabeth siguiera arruinando sus días a causa de sus celos era mejor mantener las distancias.

-A lo mejor y se volvió a prender de él como una sanguijuela... _musitó para sí misma mientras eliminaba de su rostro las últimas lágrimas que brotaron de sus ojos a causa de lo experimentado un rato antes. Había dejado de correr, el llanto y la gran distancia recorrida habían agotado sus energías y su aliento era escaso como para continuar a semejante ritmo_ Debería regresar a casa...

Comenzó a preguntar a las personas del entorno por una dirección en específico y poco a poco fue cruzando calles hasta llegar a un vecindario conocido. Sabía que sus padres aún no debían estar en casa, apenas había pasado el mediodía. Tendría su hogar solo para ella y tal vez procuraría despejarse de tan mala mañana. Siempre era mejor recuperarse de los bajones estando lejos de los demás y pensando las cosas lo más positivamente posible. Ella era experta en eso y ya tenía en mente muchas formas de olvidar el mal trago.

Al no ver más remedio, Ciel terminó regresando a su casa, más enojado que de costumbre y Sebastian supo de inmediato que algo no había salido bien. El chiquillo parecía querer destrozar todo cuanto tuviese a su alcance. Era una suerte que sus padres estuviesen fuera aún o de lo contrario pensarían que a su hijo lo poseyó algún diablo por el mal humor que manifestaba con cada paso que daba.

-¿Qué pasó, Ciel? Pareciera que vas a matar a alguien pronto. _cuestionó el mayordomo con su característica serenidad. Ciel detuvo su andar y volvió su mirada hacia la esbelta figura de Sebastian, calmándose un poco al ver que solo era él_

-¿Qué pasó? ¿Quieres saber qué pasó? Bien, te voy a contar qué pasó. _habló el menor, notoriamente irritado_ Pasó que la imbécil de Elizabeth lo echó todo a perder, como bien sabe hacer con todo lo referente a mi vida.

-¿Elizabeth? Para empezar, ¿qué pinta Elizabeth en tu cita?

-¡Eso me gustaría saber a mí! ¿Qué hacía ella ahí? Se aparece de la nada y monta un espectáculo delante de toda una multitud. Como siempre.

-¿Así nada más?

-Empezó a decir cuarenta basuras sobre que le presto más atención a ___ que a ella, que si la reemplacé o yo qué sé. Ni que fuera algo más que mi prima.

-No se oye bien... ¿Y qué fue de ___?

-Salió corriendo y no la encontré. No sé cuántas calles pasé buscándola para explicarle el asunto.

-La peor de todas las suertes es la que traes encima. _musitó con cierta decepción el más alto, aunque no por su joven amo, sino por su desastrosa situación_ ¿Piensa remediar esto?

-Cuando pueda pensar en otra cosa que no sea colgar a esa chiquilla del demonio, tal vez...

Sebastian prefirió dejar a solas a Ciel con sus miles de pensamientos negativos. No había mucho que él pudiera hacer, pues dudaba que existieran consejos válidos para algo como aquello. En lugar de intentar mediar palabras en vano, se dedicó a continuar con sus labores y vigilar de mientras si el apellidado Phantomhive necesitaba de su ayuda en algún momento. El chico pasó horas sin moverse de su lugar, murmurando maldiciones y tamborileando con histeria sobre la pequeña mesita de centro que había frente a él. Estaba claro que la furia no se le iba a pasar hasta dentro de un buen rato, pero no tenía mucho más que hacer.

En algún momento dado, Ciel desapareció, para la sorpresa de Sebastian, quien ni siquiera escuchó sus pasos. Solo se percató de su ausencia cuando los murmuros malhumorados dejaron de resonar por la sala de estar. Revisó en su habitación y la de sus padres, incluso en el estudio, pero no estaba en ninguna de ellas. Parecía ser que había salido de casa nuevamente sin siquiera dar aviso de ello. Probablemente había logrado serenarse y ahora iba a remediar su pequeño gran problema. Todo lo que hizo el castaño fue murmurar unas palabras de buena fe por el éxito de su pequeña empresa y prosiguió con sus deberes.

El chico de orbes azulados se encontraba caminando con algo más de tranquilidad, sumido en sus pensamientos. No estaba muy seguro de lo que haría, pero era obvio que, aunque lo ocurrido no hubiese sido culpa suya, debía tomar responsabilidad de ello, pues fue su pariente quien lo echó todo a perder. ¿Qué haría entonces? Lo más seguro era que la peli___ no quisiera ni verle después de todo. ¿Y si no estaba de humor para nada? Pero primero lo primero, ¿dónde vivía ella? Estuvo tanto tiempo pendiente de otras cosas que ni siquiera eso sabía aún. Todo era un desastre y eso solo añadía más estrés a su persona, pero debía serenarse para no cometer algún error.

How to punish an Aristocrat [Ciel Phantomhive x Fem!reader] ©RoseSanae55Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt