28.

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─Jenjen, trata de calmarte por favor. ─La apasiva voz de su mejor amiga trataba de limpiar sus lágrimas para hacer que aquél llanto terminara lo antes posible.

─E-Es q-que no puedo. ─Golpeó su colchón con coraje.

Le dolía aunque ya hubieran pasado varios días. Y sus ojos se habían hinchado a consecuencia de haberse pasado me desvelo y lágrimas tantas horas consecutivas.

Jennie dejó de asistir a la escuela desde aquel lunes.

Apesar que ya era viernes y era momento de la entrega de calificaciones y fin de ese ciclo para salir de vacaciones, este año no se sentía tan emocionada como había sido tantos años al esperar ver sus calificaciones perfectas y pasar todo el verano con sus amigas.

─Jennie tienes que intentar levantarte por favor. ─Roseanne tomó sus manos y la vió con compasión. ─Tu mamá me dijo que llevas cuatro días enteros sin comer bien algo o levantarte siquiera a asearte.

La castaña abrió ligeramente sus ojos captando la información. Entre el desvelo había perdido la noción del tiempo.

Examinó visualmente su habitación en ese momento.

Habían cobijas, cajas de pizza que su padre le había intentando comprar como soborno para que se levantara (Que claramente falló), ropa esparcida por el suelo, envoltorios de galletas y varios vasos de agua por todas partes que su madre le llevaba para que no se deshidratara, libros y peluches revueltos en todas partes.

No le gustaba ver ello.

─¿No te has visto? Te has descuidado mucho, cielo. ─Le dijo la rubia mientras ponía una leve sonrisa apenada.

Jennie alzó su vista hasta su tocador y se vió en aquel espejo.

Su cabello era un desastre, sus pequeños y gatunos ojos ahora estaban hinchados, su nariz estaba tan roja como cuando pescaba un resfriado. Y llevaba una pijama que no se había quitado en tal vez tres días, no tenía idea.

Su brillo no estaba ahí.

─Esta no eres tú, Jenn. ─La rubia había sido llamado por la madre de la castaña como último recurso para que ésta saliera de su habitación al ver que hasta meter a Kuma a su habitación no estaba funcionando.

Obvio Rosé aceptó rápidamente ir a su morada. Después de todo Jennie no le contestaba los mensajes ni llamadas, ni a ella ni a alguna de sus amigas o inclusive a Seulgi que tenía una enorme preocupación.

─Realmente no entiendo. ─Los ojos de la castaña se volvieron a aguar. ─No quiero esto, ya no quiero sentir nada por ella ¿Por qué es tan difícil? ─Se tapó el rostro entre sus suaves manos.

La neozelandesa solo pudo darle un gran abrazo ofreciendo el calor que necesitaba.

─Te prometo que estarás bien. Te lo prometo. ─Acarició su cabello que ahora era un desorden no dejaba de ser suave. ─Por favor confía en mí, estoy contigo ahora. Siempre voy a estar, Jenjen te amo. ─La castaña parecía ensuciar su hombro con lágrimas pero poco importaba ahí mismo.

─Ayúdame por favor. ─Soltó un hipido. ─De verdad quiero levantarme pero siento que no puedo. ─Se separó del abrazo para verla directamente a los ojos.

─Déjate ayudar entonces. Todos estamos preocupados ahora. Déjanos acercanos ahora que lo requieres. ─Puso un mechón de su cabello detrás de su oreja.

─Perdón por alejarme. ─Sonó con arrepentimiento.

─No pasa nada, necesitabas espacio. Me alegra poder volver a verte. ─Le sonrío. ─Te extrañé tonta.

¡por favor haré lo que sea! ─ au jenlisaWhere stories live. Discover now