CAPÍTULO 3

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Los lobos aullaban, desesperados por ver nuestros puños chocar en el cuerpo del adversario.

— Suerte, primo, la vas a necesitar —tocó mi hombro Aldex, burlonamente.

Miré con indiferencia a ese mismo primo que hacía meses atrás casi me comía en el bosque del recinto y me centré en la mujer lobo que tenía delante de mí. Parecía bailar mientras se movía rítmicamente, entrenando sus puños en el aire mientras su cabello negro carbón se movía a su ligero ritmo.

Nunca había luchado contra mi prima, pero ella había quedado finalista en nuestro torneo de batallas, así que, después de todo, sería divertido pelear con ella y ver sus habilidades.

Sinceramente, aún no sabía cómo había quedado finalista en todo aquello. Sabía que no lo era simplemente por ser el futuro alfa de esa manada, sino porque verdaderamente me lo había ganado, pero ni aún así lo llegaba a comprender.

Jamás me había gustado aquel torneo que se realizaba las últimas semanas de agosto, justo antes del solsticio. Desde pequeño había mirado todo aquello desde la lejanía, con desagrado. Realmente no me gustaba. Pero Jir tenía razón, había cambiado.

— ¿Estás preparado para que tu rostro quede deforme, primo? —rió mi prima.

La gente seguía aullando, pero mis orejas sensibles me permitían prestar atención únicamente a ella.

— No sabes dónde te has metido, Zarba —la miré con seriedad, mientras me quedaba totalmente quieto y ella se movía con agilidad.

Me guiñó uno de sus ojos grisáceos, antes de que nuestro presidente en batallas dijera:

— ¡Que comience el espectáculo! —gritó el lobato de poco más de ocho años y, seguidamente, la gente vociferó a un nivel impresionante.

Para mi gusto sus gritos eran bastante molestos. Tenía las orejas más desarrolladas que los mortales, así que, escuchar todos aquellos gritos hacían que mis tímpanos se irritaran.

Mi prima se movió con bastante sutileza, pero yo no me lo pensé dos veces antes de moverme con agilidad e incrustarle mi puño en su pómulo.

Ella me devolvió unos cuantos puñetazos, hasta que, al final, quiso rematarme con una patada en la mandíbula.

Como había hecho ella en dos ocasiones, pero con otras personas.

Moví la cabeza intentando borrar los recuerdos en ese momento, cosa que me sirvió de ayuda porque justamente esquivé la patada de Zarba.

De repente, mis amigos aparecieron en mi campo de visión, a un lado de la muchedumbre, cosa que se me hizo extraña. Ellos nunca habían querido verme batallar. Deduje que simplemente habían ido a ver la final.

Verlos a todos juntos fuera del círculo que la manada había formado para vernos batallar, me hizo recordar aquel horroroso día.

El día de la batalla final de ella.

Ahora que me daba cuenta, las condiciones eran las mismas, pero la razón era diferente.

Recordé entonces que el día de mi cumpleaños había sido celebrado hacia relativamente poco. El dos de agosto. Casi un mes ya. Los recuerdos de aquel día se agrupaban en mi cabeza por cada puñetazo que recibia de mi prima, como si me estuviera devolviendo a la vida.

No lo había querido celebrar. No tenía ganas de hacerlo. Hacía unos meses me había pasado horas pensando en todas las cosas que me gustaría que ella hiciera conmigo y uno de esos planes era invitarla a mi decimoctavo cumpleaños.

EL ALMA NEGRAWhere stories live. Discover now