CAPÍTULO 37

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VAIRON BEMPES

La noticia me había pillado desprevenido. Me había dolido como nada me había hecho sufrir en mi vida. Ver a Alice metiéndose en una habitación, sola y hundida, me hizo querer morir en aquel instante.

Al final decidí entrar a la única habitación que quedaba libre y me encontré con Alissa, que estaba mirando una estantería de figuritas y libros.

— Perdón, no sabía que estabas aquí —dije, aún sin soltar la maneta de la puerta.

— Es la única habitación que queda. Supongo que tendremos que compartirla a no ser que no quieras —dijo ella, dejando de lado la estantería y mirándome con dulzura. Miré la habitación, que constaba de una única cama de matrimonio y la estantería junto a una ventana que iba directa a un callejón.

— No quiero incomodarte. Prefiero dormir en otro lugar.

— No me incomodarías ni aunque lo intentaras, Vairon, pero si prefieres estar solo esta noche…

— No —la interrumpí—. La verdad que es lo último que quiero.

Alissa asintió con la cabeza y en poco más de cinco minutos nos encontrábamos tumbados en la cama, sin zapatos pero con la misma ropa que habíamos utilizado durante todo el día. La cama era lo suficientemente grande para que cupieran dos personas, pero lo suficientemente estrecha como para que nuestros brazos se rozaran mínimamente. La luz tenue y gastada de la habitación iluminaba el lugar con debilidad, casi con pena, y fui incapaz de pensar de nuevo en la situación de hacía unos minutos, la misma que me estaba consumiendo poco a poco y que sabía que podría acabar conmigo.

Quería a Alice como a nada en el mundo. Ella era mi hermana pequeña, siempre lo había sido, ¿por qué demonios venía entonces una desconocida a destrozarnos la vida? ¿En qué momento tuve la necesidad de indagar sobre mi familia? Preferiría vivir en una mentira si eso añadía a mi vida a Alice y a mi pequeña familia, la de siempre. La misma que siempre consideraría como mi familia, aunque no fueran de mi sangre. Porque esa noticia cambiaba muchas cosas, pero no cambiaba para nada lo que sentía por ella.

Cuando me tumbé en la cama junto a Alissa, tragué saliva. La mezcla de emociones revoloteaban por mi estomago como si fuera una estampida. Entre Alissa tumbada a mi lado, como tantas veces había imaginado, y la noticia de Alice… dudaba si realmente podía estar vivo con toda aquella situación, que estaba sobre pasandome por momentos.

— Es normal que estés confundido, que no sepas qué sentir. Vairon, es normal sentir miedo y es normal que te duela —murmuró Alissa de repente cuando se atrevió a mirar mi perfil. De reojo vi cómo se apoyaba sobre su brazo, mirándome directamente.

— No tengo nada —susurré, continuando mirando el techo, mientras dejaba escapar una lágrima, que bajaba por mi mejilla lentamente.

— Tienes a tu abuelo, tienes a Jir y a todo el resto de tus amigos. —Alissa se mordió el labio inferior, dudosa, antes de susurrar—: Me tienes a mí y sigues teniendo a Alice.

Me atreví a girar mi rostro y mirarla directamente a los ojos. Estaba más cerca de lo que creía. Me deleité durante unos segundos para admirarla como se merecía y, después, le acaricié el rostro impulsivamente.

— Gracias por no dejarme.

Ella me sonrió tiernamente y luego se tumbó de nuevo en la cama, apoyando la cabeza en la almohada. Continué mirándola hasta que me atreví a moverme un poco más cerca de ella. Pasé uno de mis brazos por debajo de su cabeza, que ella levantó tímidamente. Apreté su brazo con delicadeza, invitandola a acercarse un poco más a mí, y me sorprendí cuando ella se acercó tanto a mí que acabó apoyando su cabeza en mi pecho mientras descansaba su mano en mi estómago.

Sobraron las palabras. No nos hacía falta nada más que nosotros y nuestra necesidad de estar junto al otro. Con nuestras acciones era suficiente.

— No quería que nuestra primera vez durmiendo juntos fuera así —me encontré confesando después de unos minutos envueltos en un silencio sorprendentemente cómodo.

— Yo no me la podría imaginar mejor. —Dijo, y fue inevitable que soltara una risita baja.

— ¿Conmigo llorando y con tu mejor amiga en la habitación de al lado destrozada? —arqueé una ceja. Ella me miró con una sonrisita y me golpeó el hombro, negando con la cabeza.

— No, consolándote y abrazándote toda la noche. Siempre lo has hecho tú conmigo, ya era hora de que me dieras la oportunidad de cuidarte.

— Siempre lo has hecho.

— No. No como te merecías. Nunca he tenido el valor.

— Entonces, este es tu momento. Esta noche soy todo tuyo.

— ¿Solo… esta? —susurró y no me hizo falta mirarla para saber que se había ruborizado.

— Esta y todas —sonreí—. Siempre he sido tuyo, Alissa. Siempre nos hemos pertenecido.

Un rato después, sentí la necesidad de saber que ella estaba bien. Porque, a pesar de lo que me estaba ocurriendo a mí, ella no estaba tampoco en su mejor momento. Y verdaderamente me preocupaba.

— ¿Tú estás bien? —murmuré.

— ¿Qué más dá ahora? —pareció confundida, mientras seguía apoyada en mí.

— Me importa demasiado cómo estés, así que hablame, por favor.

Solo necesitaba olvidarme de todo aquello, y Alissa siempre había podido distraerme con cualquier cosa y eso era justo lo que necesitba. Ella tardó un largo minuto en hablar, no muy convencida.

— Nunca le pedí perdón por lo que le hice pasar —susurró con un hilo de voz. Las lágrimas no tardaron en mojarme la camiseta. Mierda, no era mi intención hacerla llorar—. Estuvo toda la vida sufriendo por mi culpa, por mis travesuras. Y encima luego la hundí en la tristeza, presionándola y arrastrándola a un bucle en el que ella creía que su relación conmigo estaba acabada y todo porque dije que la odiaba.

La relación de Brenda y Alissa siempre había sido envidiable. Se querían tanto que hacía sonreír a cualquiera que las mirara disfrutar juntas. Sin embargo, parecía que algo se había roto. Algo grande.

» Todo porque he estado celosa de ella desde que nací. No pude despedirme de ella como era debido antes de marcharme y dejarla en la guerra. No le dije que la quería y ahora no sé si podré volver a verla para hacerlo.

Tuve que agarrarla del mentón como pude y obligarla a levantarse un poco para mirarme. Los ojos rojos y levemente hinchados me destrozaban.

— No importa cuando te hayas dado cuenta de que realmente la querías con todo tu ser —dije—. Lo importante es que te has dado cuenta y estoy seguro de que podrás demostrárselo durante toda tu vida, Alissa.

» A veces nos damos cuenta de lo mucho que queremos a una persona cuando la perdemos o cuando simplemente hace algo que nunca antes nos hemos dado cuenta que hace por nosotros. No importa si antes la has querido mal o no has sabido hacerlo, lo importante es que ahora estés preparada para hacerlo bien.

Y así, ella acabó durmiéndose sobre mi pecho y yo me quedé hasta media noche tocándole el cabello rubio mientras las lágrimas me empapaban el rostro y parte de mi cuello mientras daba vueltas y vueltas a lo que me esperaba; a lo que me había cambiado la vida de un día para otro. De un año para otro todo se había ido a la mierda.

Solo quería volver a recuperar mi vida de hacía un año, que todo volviera a ser lo mismo. Pero el pasado nunca regresa, así que lo único que podía hacer era armarme de valor y solucionar mi presente para no arrepentirme en mi futuro.

EL ALMA NEGRAWhere stories live. Discover now