Capítulo 7

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— Nastia, tienes visita, — dijo asomando su cabeza en la en la habitación la enfermera y se apartó para dejar pasar un gran ramo de rosas.

Solo me dió tiempo a alisar mi cabello y sentarme en la cama.

Ya me han trasladado de la sala de cuidados intensivos a la sala ordinaria. Stefa volvió al trabajo, ella es maestra de canto en la escuela de música y da clases particulares.

Ella tiene muchos alumnos, pero mientras yo tenía fiebre, Stefa se mantuvo todo el tiempo a mi lado. Ella tuvo que tomar unas vacaciones por su cuenta, y eso afectó mucho nuestras finanzas.

El tratamiento no fue barato, y lo único que tenía eran los cien dólares del tacaño Orján. Así que, tan pronto me sentí mejor, mi tía volvió a "ir a por todas", según sus propias palabras.

Cuando vi el ramo, mis entrañas se hicieron un ovillo y se convirtieron en un gran corazón en erupción. Me acurruqué en la almohada y me quedé paralizada...

Arturo. Lo sé, lo siento. Es él. ¡Me encontró!

Sentí ruidos en mi cabeza y la sangre corrió impetuosamente por mis venas, sólo que ahora no era sangre, era champán. Las burbujas hacían cosquillas y estallaban, y yo quería reírme de la alegría que sentía.

Él! A mí! ¡Me encontró!!Madre mía!

— Nastia, yo,... sonó una voz totalmente diferente, y fue como si una calabaza hubiera caído cerca de mí con estrépito, partiéndose en pedazos. Y los ratones salieron huyendo.

Fue mi carroza, junto con los caballos, que volvieron a convertirse en calabaza y ratones, porque la medianoche llegó de repente y no según lo previsto.

En el vano de la puerta con un ramo de rosas estaba Egor. Suspiré y alisé el camisón sobre el pecho. No es un vestido de baile, por supuesto, pero tampoco son harapos.

— Hola. ¿Para qué viniste?

— Nastia —su voz se descompuso, dio otro paso hacia la cama —, desapareciste tan repentinamente... dejaste de contestar el teléfono. Luego te fuiste.

— Sí, asentí — supe muchas cosas interesantes y decidí no agobiarte.

Parece que esto no fue una novedad para Egor.

— No sabía que estabas en el vestuario. Créeme, todo lo que dije es mentira, no sé por qué lo hice Quería presumir delante de mi amigo...

— ¿Hasta tal punto que te ofreciste para sostener la vela?

— Nastia, ya me he reprendido tanto por esto que no puedes imaginártelo. Te extrañé mucho, no esperaba que me sentiría tan mal sin ti. Y entonces Ira me contó que habías regresado y que estabas en el hospital, y yo vine enseguida.

Era ciertamente inesperado, pero Egor parecía infeliz. Pero ahora esto no me importaba en absoluto.

Es como si Tagayev me hubiera puesto una vacuna ... Si puede decirse así.

Suspiré. Bueno, al menos él tenía una jeringa. En sentido figurado, por supuesto. La cuestión radica en la vacuna...

— Egor, — digo en son de paz —, no me he ofendido en absoluto. ¿Es posible ofenderse por la verdad? Lo único es que deberías habérmelo dicho en la cara. Pero de todas maneras estoy agradecida de que hayas venido a verme.

Estoy realmente agradecida, estoy agradecida a todos los que vienen a verme. Las chicas vinieron, las amigas, y la tía Lida, la amiga de Stefa, vino. Estoy tan aburrida después de un mes aquí, que me alegro de todo el que viene. Incluso si hubiera venido el tacaño Orján, me hubiera alegrado, sobre todo si hubiera traído otros cien dólares.

Двойной секрет миллиардераDonde viven las historias. Descúbrelo ahora