01

539 45 13
                                    

No recuerdo cómo llegué a este negocio. 

Era sólo un chico más, un humano común, un beta. Vivía en los suburbios de la ciudad Wonderland. Desde pequeño me dediqué a sobrevivir de cualquier modo, la única cualidad especial que la naturaleza me había dado era mi ingenio. No pertenecía a ningún lado en particular, no respetaba las reglas y mucho menos la autoridad. No seguía a ningún líder...hasta que conocí a Chris.

Había escuchado su nombre un par de veces en las conversaciones nocturnas en bares. Se decía que no tenía mucho tiempo en el negocio, pero era bueno. No me importaba a qué se dedicara exactamente ese tal Chris, lo que me importaba era que estaba buscando Dóbermanes para su empresa. 

Llamaban Dóbermanes a los transportistas de las mercancías, su trabajo era llevar la carga, fuera cual fuera, segura hasta su destino. La paga era buena de antemano porque en las calles de un lugar como Outlaw (distrito donde trabajaba) cualquier cosa podía salir terriblemente mal. Cada entrega era un riesgo de perdida de recursos valiosos. Sin embargo, no cualquiera podía ser un buen Dóberman.

Primero; tenías que conocer de punta a cola los caminos principales de la ciudad, las rutas seguras y las más peligrosas, saber qué áreas le pertenecían a qué mafia y tener siempre alternativas por si las cosas se complicaban. 

Segundo: tenías que ser un excelente conductor. La discreción, velocidad y capacidad de huir en una persecución aumentarían el precio de tu servicio como Dóberman. Entre más mercancía en impecable estado entregáramos, mejor era la paga. Y tercera: tenías que saber defenderte por tu cuenta, usar un arma, traer un cuchillo siempre contigo. Nadie metería las manos por un Dóberman si las cosas salían mal.

Como pueden imaginar, no era un trabajo al que cualquiera quisiera aspirar, pero yo cumplía con todos los requisitos, así que no dudé en contactar a Chris para que me incluyera en su negocio fuera cual fuera. Eso no importaba, yo sólo necesitaba el dinero. 

Cuando finalmente lo encontré, mis referencias y estilo parecieron convencerlo. La parte interesante de esa entrevista de trabajo fue cuando supe cual era la mercancía que tendría que transportar. 

Recuerdo la primera vez que los vi, en medio de una bodega oscura y fría, acurrucados unos contra otros, temblando de miedo ante el sonido de la cortina metálica alzarse. Señal de que sus verdugos regresaban.  Estaban vestidos y vestidas con una camisola blanca y transparente, sin zapatos ni nada que ocultara sus pálidas y delgadas piernas. Parecían criaturas enfermas, con grandes ojeras enmarcando sus vibrantes ojos donde conservaban todo rastro de vitalidad.

Volteé a ver a Chris, así que eso era lo que hacía... Seres de la raza especial, omegas.

(—) (—) (—) (—)

Admito que lo dudé por un instante. No sólo era arriesgado, el maldito tenía literalmente la llama del infierno danzando en sus manos. No era lo mismo transportar un kilo de polvo blanco que una persona; mucho menos a un omega. 

No era secreto para nadie que desde que los nuevos géneros se manifestaron por primera vez en la humanidad, las clases sociales más altas se volvieron locos por ellos. Hasta llegar al punto de que la mayoría ahora eran alfas, pero para que los alfas existieran necesitaban nacer de un omega. Y si era difícil que un alfa naciera, un omega lo era mucho más, por eso valían una fortuna.

¿Por qué era así? no sabía. Durante los años que asistí a la escuela, nunca me interesaron las clases de nueva biología. Pero ese no era el punto. 

Comprendía por qué a Chris le había costado trabajo conseguir un Dóberman. Sólo un loco muy loco aceptaría semejante riesgo.

Dupliqué mi precio, acepté el trabajo y nos convertimos en los mejores del negocio después de unos meses.

La Casa De La Mafia: SANSANGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora