𝟷𝟻

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IVÁN


Iba dispuesto a sacarla de allí sin perder ni un solo segundo más de tiempo. Supongo que por eso no pensé en mis colegas, no pensé en si debía despedirme de ellos o no y mucho menos pensé en toda la gente que nos miraba. Lo único que hice fue salir de esa estúpida discoteca lo antes posible, y cuando por fin logré encontrar mi Audi entre todos aquellos vehículos mal estacionados, dejé a Katherine en el asiento del copiloto, me subí al coche y lo arranqué.

La verdad es que podría haberla llevado a su casa, al piso que había estado compartiendo con Dani durante meses o a casa de cualquiera de sus amigas; pero perdí la cuenta de todas las opciones que tenía al alcance de mi mano cuando mi mente se enfocó en un solo sitio... el único en el que de verdad me sentía a salvo.

Pisé el acelerador a fondo y en apenas un suspiro me vi entrando con el coche en la villa de Samuel Medina, que era donde me había estado quedando desde hacía semanas.

Puede sonar raro, pero Daniel Medina no solo era mi mejor amigo, era prácticamente como mi hermano pequeño. He vivido con él y con su padre desde los ocho años, aunque nunca en su villa, esa la reservaban solo para el verano. Yo solo estuve allí el primer año que me fui a vivir con ellos, y porque nos llevaron sus abuelos. Su padre hacía años que no pisaba aquella casa, decía que le recordaba demasiado a su mujer... y por eso mismo tampoco se atrevía a venderla. Para él la villa solo era como un álbum de fotos antiguo: no quería perderlo por nada del mundo, pero tampoco tenía narices de volver a abrirlo porque los recuerdos que guardaba dentro todavía le seguían doliendo como el primer día.

Así que sí, Dani era mucho más que mi mejor amigo, era el único con el que compartía parte de mi infancia, de mis recuerdos, a mis seres queridos e incluso el dolor más horrible y cruel por el que tuvimos que pasar juntos cuando éramos tan solo unos críos; ya que los dos perdimos a nuestras madres justo el mismo día, a la misma hora y en el mismo puto instante en el que hubiese dado mi vida entera por poder parar el tiempo y cambiar lo que pasó.

Fue una puta mierda no poder hacerlo.

Solo nos llevábamos dos años de diferencia, pero el muy cabroncete siempre se las daba de hermano mayor. No voy a negar que era mucho más responsable que yo, más organizado en todo, mejor estudiante y el único de los dos que sacaba buenas notas por haberse pasado tardes enteras hincando los codos; eso era lo que más le picaba, que a mí no me hacía falta estudiar para aprobar siempre todos los exámenes. Yo prefería irme a jugar a un buen partido de fútbol con mis colegas o irme a entrenar. El gimnasio lo había sido todo para mí durante años. Fue la mejor terapia que pude pagarme cuando cumplí los quince.

Recuerdo que empecé a trabajar desde muy jovencito. A los catorce años me iba con su abuelo al campo a recoger naranjas, a los dieciséis aprendí bastantes técnicas de defensa personal con el padre de Dani y me gané la vida durante un tiempo dando clases particulares, y a los dieciocho me contrataron de verdad en mi primer trabajo. Ser socorrista en una playa en verano no es que fuese gran cosa, pero al menos me servía para pagarme mis caprichos mientras decidía qué iba hacer con mi vida.

En el fondo siempre tuve claro que quería ser Policía Nacional, igual que sus padres; pero cuando cumplí los diecinueve descubrí que había otras formas diferentes de apagar el dolor que llevaba años devorándome por dentro.

Desde entonces me convertí en un bala perdida. Dejé de ser el chico bueno, maduro y responsable que todos creían que era y pasé a ser un verdadero lastre para los demás. También dejé el curro de socorrista y me metí a trabajar de camarero en una pequeña discoteca de barrio, una de esas en las que siempre se veía venir de lejos a toda la chusma. Las fiestas, las tías, el tabaco, la música tecno... todo eso se había convertido en algo rutinario para mí.

ɴᴏ ᴘᴜᴇᴅᴏ ᴅᴇᴊᴀʀ ᴅᴇ QᴜᴇʀᴇʀᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora