Maldiciones.

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Entonces... ¿Cómo diferenciamos un sueño de una pesadilla?



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Dentro de la enorme gama de sentimientos que el ser humano puede experimentar, YoonOh no estaba muy seguro de cómo categorizar todo aquello que estaba sintiendo. Sí, claro, lo lógico era quedarse dentro del marvilloso grupo que la simple palabra "Felicidad" representa pero, joder, "Felicidad y Amor" no le hacían justicia a todo aquello que bailaba dentro de su pecho.

Ninguna palabra existente era capaz de soportar esa enorme oleada de sentimientos.

¿Cómo explicarlo?

Era como... Como si, de pronto, su alma estuviera completamente enlazada a la de TaeYong. Un conjunto perfecto, un lazo inquebrantable.

Hilos de oro y sangre.

Polvo de estrellas, rocío de luna, aroma del sol.

Había mariposas en sus sistemas, cosquillas en su piel y brincos en su corazón.

Además de un ardor allí, donde la marca de propiedad que le había hecho a TaeYong, se replicaba en sensaciones sobre su piel, simulando ser el reflejo del otro.

Primero, YoonOh inhaló profundamente, luego, suspiró entrecortadamente y sonrió. El placer y la calma entibiando su piel a medida de que sus dedos dibujaban patrones irregulares sobre la piel desnuda de TaeYong quien, adormilado, apoyaba la cabeza sobre su pecho en un tierno acople de sus cuerpos aún sumergidos en la bruma post-orgásmica.

Sin importar el silbido del viento al otro lado de las paredes del templo de luna.

La luna y el sol eran los mayores testigos de su amor.

YoonOh bufó una sonrisa. Tan travieso como tímido.

Si alguien -no perteneciente a su familia- se enteraba que se habían enlazado, que habían tenido sexo en un templo sagrado de la más importante diosa de los licántropos, definitivamente no les miraría de buena manera o les haría caer comentarios, precisamente, agradables.

Bueno, no era como si le importara realmente. En lo más profundo -no tan profundo- de su alma sentía que, gracias al lugar donde estaban, todo era aún más sagrado e ideal.

¿TaeYong sentiría lo mismo?

Con aquel pensamiento dando vueltas en su cabeza, YoonOh se inclinó a besar los húmedos cabellos rubios de su omega e inhaló su relajante aroma.

Mío. Todo mío.

—¿Tienes frío? —decidió preguntar antes de soltar algún cavernícola comentario posesivo. Estúpidas hormonas alfas—. Quizás deberíamos volver ya a casa y beber algo tibio.

No hacía frío pero estaban mojados por la zambullida y, bueno, el sudor.

Sí. Ansiaba una ducha y un buen café.

Haciendo un sonidito infantil, TaeYong negó, aprovechando de frotar su mejilla en el pecho de YoonOh.

—Estás calientito así que no tengo frío. —murmuró TaeYong con tintes infantiles—. Pero sí deberíamos volver. Ya extraño a SungChan.

Y allí estaba la otra parte de su felicidad completa y extraordinaria.

SungChan. Su hijo. Su hijo y el de TaeYong.

Jodido Cristo.

YoonOh no cabía en sí mismo.

—Entonces volvamos. —la voz de YoonOh sonó ahogada por la emoción desbordante, aunque logró disimular bien con una profunda inhalación—. Podríamos darnos un baño de tina los tres.

YoonOh terminó de decir aquella sugerencia, y TaeYong levantó su torso para mirarlo. Con sus ojos de cielo nocturno resplandeciendo con cientos de estrellas fugaces, sus mejillas bañadas por las rosas y sus labios siendo la caída en picada al pecado perfecto.

¿Cómo alguien puede ser tan jodido hermoso?

YoonOh jamás lo entendería.

—Es una idea excelente. —TaeYong dijo sin aliento. Sus cejas en alto y una sonrisa temblorosa de emoción plasmada en sus bonitos labios—. A SungChan le encantará, aunque le vamos a tener que explicar la mezcla de nuestros aromas y... Oh-

YoonOh frunció el ceño.

¿A qué venía el repentino silencio de TaeYong?

—¿Qué pasa?

Preguntó sin espera.

TaeYong tensó la comisura de sus labios.

—Estás tomando supresores, ¿verdad? Porque yo no pienso tener otro hijo. Amo a SungChan pero es demasiado agotador ser padre.

Lejos de sentirse ofendido o dolido por aquel comentario, YoonOh se sintió enternecido. TaeYong habló lo suficientemente rápido como para que le costase comprender sus palabras en breve y, cuando finalmente lo hizo, no pudo más que soltar una fuerte carcajada y atraer contra su pecho a aquel bonito omega.

Confundido omega, también.

—¿Qué...?

TaeYong dejó la palabra suspendida en el aire, apenas un susurro audible bajo la alta carcajada grave de YoonOh.

Y YoonOh pudo sentir contra la piel de su pecho cómo era que en los labios de TaeYong se dibujaba una sonrisa.

Complicidad y amor en una fracción de segundos.

Ésto es el amor.

—¿YoonOh? ¿De qué te ríes?

—Es que eres demasiado adorable. —con un poco más de calma, YoonOh respondió. Mariposas haciendo cosquillas con sus alas, en su corazón—. Y lindo también.

YoonOh no vio el fruncimiento del puente de la nariz de TaeYong, pero sí logró imaginarlo con aquel breve refunfuño que el omega soltó.

—Te estoy hablando de algo serio, Jeong.

—Lo sé. —tarareó YoonOh, dejando un sonoro beso en los cabellos de TaeYong—. Pero lo dijiste de una forma tan adorable que no pude evitar derretirme.

—Uhm. Claro.

Bufando una risita suave, YoonOh lentamente se movió para que ambos quedaran sentados.

Los rayos de la luna entraban por pequeños espacios entre la madera, iluminando con pequeños halos rosados -debido a que el eclipse estaba pasando- la oscuridad que, además, era combatida por el reflejo que llegaba desde el agua. Luz tenue que hacía que todo pareciera una bonita escena de ensueño plasmada sobre un lienzo de acuarelas.

—Para tu información —comenzó diciendo YoonOh ante la curiosa pero insistente mirada de TaeYong—. sí estoy tomando supresores. Así que no debería haber problemas a pesar de que ambos estemos en un celo escondido por el estrés.

Lazos de Sangre. [JaeYong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora