1. Sindrome de Stendhal

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Una idiota. Eso es lo que soy. Una auténtica idiota.

Para empezar, ¿cómo puede ser que me haya pillado de él? ¿Acaso no había otro hombre en el mundo en el que fijarme? Porque seguro que sí, pero claro, tenía que ir a la opción complicada, a la que no puede ser.

Siendo sincera, o por buscar una justificación, él tampoco me lo ha puesto nada fácil, ¿tenía que ser tan absurdamente guapo? Y esos ojos... Joder. No había visto unos ojos tan verdes y llenos de vida jamás. Por no hablar de esa sonrisa vacilona... Creo que es lo que más me gusta de Noah. Aunque, quitando lo físico, hay algo más, algo que está detrás de la piel y es que Noah... Me hace reír. Que alguien te haga reír, es un problema, porque si te hace reír, déjame decirte amiga que estás jodida.

Para terminar, soy tan idiota que estoy en la biblioteca, con los apuntes de Derecho Penal delante de la cara sin entender ni una sola palabra y en vez de centrarme en intentar descifrar algo tan indescifrable, me quedo embobada mirándole estudiar. Como si fuese a conseguir conocimiento por ósmosis o algo parecido.

Como una acosadora, me conozco ya cada gesto que hace. Sé que está concentrado leyendo porque está mordiendo un lápiz y tiene el ceño un poco fruncido. También sé que es un examen complicado porque no para de balancearse encima en la silla por los nervios. Además, lleva varios días de exámenes porque su barba empieza a asomar y él nunca lleva barba.

Mierda. Me ha pillado mirándole. Ha sido un segundo, un segundo en el que nuestras miradas se han cruzado, ¿puede que hayan sido imaginaciones mías? Seguro que estoy empezando a delirar. Voy a centrarme en esta mierda de apuntes e intenté entenderlos. Tengo que aprobar este examen sí o también, es la única condición que me pusieron mis padres para pagarme la carrera fuera de Albacete.

–Te he pillado, Virginia. –Susurra detrás de mí dándome un susto de muerte, ¿cómo ha podido moverse tan rápido?

–No sé en qué estás pensando; estaba deseando ver si te caías. Y te he dicho que no me llames Virginia.

–Pero si es tu nombre.

Lo miro fijamente a esos ojos verdes del diablo intentando mantenerme firme, matándole con la mirada.

–Que guapa estás cuando te enfadas. –Dice guiñándome un ojo.

–Te equivocas, yo estoy guapa siempre.

–También es verdad, de hecho, me pasa una cosa rarísima contigo... ¿Has escuchado alguna lo que es el Síndrome de Stendhal?

Niego con la cabeza sin entender demasiado a donde quiere llegar y me señala el móvil para que lo busque.

–Eso es lo que tengo cuando te veo.

Le hago caso y lo busco...

"El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, temblor, palpitaciones, vértigo y confusión cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son consideradas extremadamente bellas."

Al leerlo, me paso la lengua por los labios. Demasiada tentación en tan poco cuerpo. Una sonrisa se quiere asomar, pero intento obligarme a no hacerlo sin ningún éxito.

–¿Qué quieres? No me creo tanta palabrería por tu parte.

–Estoy saturado de tanta letra y nadie me ha acompañado a la biblioteca; tú que me estabas espiando habrás podido ver qué estaba solito en esa mesa tan enorme... ¿Me acompañas a por un café?

–Sabía yo...

–¡Ni que nunca te dijera lo guapa que eres! –Se queja subiendo más la voz de lo debido en una biblioteca. Todos se giran a mirarle. A una de las chicas, le guiña un ojo y le manda un beso a lo que ella responde rodando los ojos. –Por favor...

SI NADIE SE ENTERA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora