36 | disculparse o acordar

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Unos días después de la boda de Tommy, Olivia se sentó en la oficina de John con Mason en brazos. Se había acostumbrado a trabajar en la oficina de John, dado que acababa de dar a luz y ocasionalmente traía al bebé a la tienda de apuestas con ella.

Polly entró con un periódico que dobló y arrojó sobre el escritorio de John. Le echó un vistazo al periódico mientras sorbía su té—. ¿Corrimos en Kempton ayer?

—Danny Lee se emborrachó —respondió Polly—. En lugar de inyectarle cocaína a los caballos, decidió compartirla con sus primos.

—Por Dios —murmuró John.

—Es tu cuñado —dijo Polly.

—Es su primo —la corrigió John, señalando con un dedo acusador a Olivia—. Olivia, tú puedes hablar con él sobre eso.

—¿Y decirle qué? —preguntó Olivia—. Ya está hecho. Lo mejor que pueden hacer es no dejar que él maneje el dopaje.

—Aún así, háblale al respecto, ¿de acuerdo? —preguntó Polly—. Es mejor tú que Tommy.

Olivia suspiró—. Bien.

—Antes de empezar —dijo Polly, acercando una silla—, no quiero que hagas nada con esto.

—¿Con qué? —preguntó John.

—Con el hijo de Changretta —respondió Polly—. El que salió con Lizzie...

—¿Qué, Angel? —preguntó John—. No vale ni dos centavos.

—Te escuchó amenazarlo con dispararle en las rodillas —respondió Polly—. Y ahora anda por Nechells diciendo que va a matarte.

—Por Dios, John —dijo Olivia—. ¿Por qué no puedes dejar las cosas en paz?

—Para empezar, esto es culpa de Lizzie —dijo Polly—. Y de Tommy por dejártelo a cargo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó John—. Manejamos Londres. Manejamos el norte, manejamos el maldito país. ¿Qué nos importan unos italianos de Nechells Green?

—No necesitamos involucrarnos en estas peleas —respondió Polly.

—¿Qué dice Arthur? —preguntó John.

—Por eso estoy yo aquí y no él —dijo Polly—. Si él lo dijera, pelearían. Dice que te disculpes.

—¿Dijo eso? —preguntó John con una risa seca.

—La ciudad es nuestra —dijo Polly—. Pero no necesitamos restregárselo a todo el mundo. Si el viejo decide hacer algo, podría hacer que Sabini se pusiera...

John aplastó la mina de su lápiz contra el papel—. Sabini está acabado.

—Todos están acabados —respondió Polly—. Y todos pagan. Pero no queremos rebeliones.

—¿Qué dice Tommy? —preguntó John.

—Tommy está ocupado —dijo Polly—. Me dejó a cargo.

—¿Y qué dices tú? —preguntó John.

—Concilia —respondió Polly, recostándose en su silla—. Le pedí a Lizzie que lo hiciera por ti. Se encontrará con él, romperán definitivamente, se disculpará por todo, dirá que fue su culpa...

—¡Maldición! —gritó John, barriendo sus pertenencias del escritorio.

El arrebato hizo que Mason comenzara a llorar en los brazos de Olivia y ella miró a John, poniéndose de pie mientras trataba de calmar a su hijo—. Idiota.

—¿Sabes qué es todo esto? —preguntó John—. Es la maldita esposa de Arthur. ¿Poner la otra mejilla? Terminaremos repartiendo biblias en el Bull Ring con sus primos.

—John, no tienes que hacer nada —repitió Polly—. Lizzie lo hará por ti. Todo se calmará y nadie saldrá humillado.

John ya estaba de pie, recogió su abrigo y se dirigió a la puerta. Se volvió hacia Polly—. Yo lo humillaré, ¿qué te parece?

—John, no hagas nada —dijo Polly, sin siquiera terminar su oración antes de que John hubiera cerrado la puerta. Polly miró a Olivia—. ¿Por qué no intentaste detenerlo?

—Estoy un poco poco ocupada —respondió Olivia, mirando al bebé—. No crees que va a reaccionar de forma exagerada, ¿verdad?

—Creo que lo hará —respondió Polly.

Olivia suspiró—. Agarra a Mason. Voy a ver si puedo detenerlo.

Ella no fue capaz de detenerlo. De hecho, cuando Olivia salió a la calle, John no estaba a la vista. Resignada al hecho de que su esposo estaba a punto de causar serios problemas, Olivia volvió a entrar y esperó a que ocurriera lo inevitable.

Llegó más tarde ese día, en forma de una reunión familiar. Olivia estaba sentada a la mesa de la cocina, Mason en sus brazos y una taza de té frente a ella. Polly se sentó a su lado, leyendo un libro. Cuando John entró en la habitación, Olivia tuvo la intención de ponerse de pie y gritarle, pero cambió de opinión porque su hijo estaba en la habitación.

—Finn, gracias por venir —le dijo Arthur a su hermano menor—. Puedes irte.

—Finn, puedes quedarte —dijo Tommy, mientras entraba a la cocina—. Siéntate, John. Siéntate —John se sentó—. John, cortaste a Angel Changretta. A pesar de que Arthur dijo que te disculparas. Polly te pidió que acordaras. Elegiste no escuchar al Sr. Disculpa o a la Sra. Acuerdo, y ahora tengo a un italiano diciendo que va a matar a mi hermano. ¿Qué hacemos, John? ¿Nos disculpamos o acordamos?

—Fue algo que John dijo en broma —dijo Arthur después de una pausa muy larga.

—Sí, pero también es tu hermano, Arthur —dijo Tommy.

—Sí —dijo Arthur—. Sabes que no quería iniciar una guerra por algo que John dijo sin querer.

—¿Debe disculparse en italiano o en inglés? —preguntó Tommy—. ¿O debemos preguntarles a ellos qué maldito idioma prefieren? No estoy seguro.

Polly dejó su libro y colocó una mano sobre el brazo de Arthur—. Dijiste que mientras siguiera este negocio en Londres, querías paz.

—Y la única forma de garantizar la paz es hacer que la perspectiva de guerra sea desesperanzadora —dijo Tommy—. Si te disculpas una vez, tendrás que hacerlo una y otra vez, y otra más. Es como sacar ladrillos de la pared de tu casa. ¿Quieres que la casa se derrumbe, Arthur? —Arthur no dijo nada—. Si eres blando con la rebelión, crecerá.

—"Blando con la rebelión" —repitió Arthur, levantándose de la silla.

—Hiciste lo correcto, John —dijo Tommy—. Tomemos la ofensiva. Ataquemos dos pubs de Changretta y hagámoslo esta noche.

—Por el amor de Dios —exclamó Polly—. ¿Por qué?

—¿Por qué? —gritó Tommy, volviéndose hacia Polly mientras se alejaba—. ¡Porque podemos! Y si podemos, lo hacemos. Y si dejamos de pisarles el cuello ahora, vendrán detrás de nosotros.

Mason comenzó a llorar y Olivia miró a Tommy—. Bien hecho, Tommy.

—No traigas un bebé a las reuniones familiares —espetó Tommy.

—No empieces a gritar y no habrá problema —replicó Olivia, levantándose para irse.

Cuando llegó a la puerta, escuchó hablar a Tommy y se detuvo a escuchar—. Recuerda que estos son los bastardos que querían matar a Danny Whizzbang. Te estás ablandando, hermano. Blando y débil. Deja la biblia para los domingos, ¿eh? Finn, necesito ir a Hockley y después a casa. Fue un largo día.

Había sido un día largo, y cuando Olivia salió de la tienda de apuestas, tuvo la sensación de que aún no había terminado.

WILD EYES | John ShelbyWhere stories live. Discover now