Capítulo 3: los gatos

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Durante la noche el tema de conversación de mi grupo solo trataba de aquel misterioso hombre, al cual tachaban de brujo, espía, loco, asesino y hasta de un fantasma. A su vez Henry trató de disculparse con Owen por lo ocurrido en la mañana, más no sonaba muy convincente y Owen también lo notó. Aquella reconciliación era tan falsa como la tierra plana, pero ninguna de las dos partes jamás lo iba a admitir.

  Las horas pasaban y el cansancio cayó sobre mis amigos, viéndose obligados ir a dormir cada uno en las habitaciones separadas que la suite tenía. Pero yo no podía conciliar el sueño por más que lo intentaba, sentía que algo me lo impedía y el silencio que había en el lugar extrañamente me incomodaba. Salí del departamento sin hacer ruidos y me quedé de pie detrás de la puerta preguntándome <¿Y ahora que?>. Al inicio consideré salir a la calle pero eso era muy arriesgado e irresponsable para mí, además de que las cámaras de las salidas y el personal de seguridad notarian fácilmente mi presencia.

  Una sensación extraña me invadió el cuerpo, era indescriptible y me tentaba a subir a la azotea del hotel. Cada paso que daba, cada escalón que subía, fue como si alguien más lo controlara por mí. Me perturbaba el hecho de que no hubiera cámaras de seguridad en los últimos pisos, ni presencia de gente o puertas en las habitaciones, pues estas se encontraban vacías y en algunas las luces estaban encendidas donde parpadeaban mucho.

  Cuando llegué a la azotea ví un cielo nocturno distinto a lo habitual, en ese momento era testigo de un evento astronómico que era aterrador para algunos y fascinante para otros. Estaba presenciando un eclipse lunar o también conocido, como: "La luna de sangre", la cuál curiosamente me era muy hipnótica en esa ocasión.

  De pronto, sentí que ya tenía de regreso el control de mi propio cuerpo y me percaté de un telescopio atornillado en el balcón. Cuando me acerqué cuidadosamente a este comencé a escuchar diferentes murmullos detrás de mi, logrando hacerme dar un pequeño salto del susto.

  "No es una bruja, no es una bruja". Es lo que oía.

  Giré rápidamente para ver quiénes eran, pero al hacerlo, no había nadie...

  ¿Cómo era posible eso?

  ¿Almas en pena tal vez?

  No...

  Desde que subí no me había percatado que tenía compañía de formas de vida que yo antes consideraba como inferiores.

  Estaba rodeada por gatos, y llegué a creer que las voces que había escuchado solo fueron producto de mi imaginación por lo ocurrido hace poco, pero cuando quise marcharme las oí de nuevo. Esta vez no se me escaparon.

  Los ví.

  Eran ellos, los gatos...

  Los gatos estaban hablando.

  Pensarán que consumí alguna sustancia extraña o que estoy haciendo alguna broma, pero no es así. Ellos articulan palabras perfectamente como los humanos. Al hacerlo incluso deformaban su rostro natural y se me estaban acercando lentamente, como si quisieran darme caza al igual que un roedor.

  Jamás olvidaré esas sonrisas que me paralizaron de miedo. Si tuviera que compararlos con algo conocido, ese sería con el gato de Chesire de Alicia en el país de las maravillas, pero en una versión siniestra.

  Uno de ellos me preguntó con tono sarcástico sobre donde estaban mis amigos, más yo no le respondí. La voz no me salía estaba demasiado asustada, sorprendida y nerviosa para hacerlo. Debido a mi silencio otro gato comenzó hacerme burlas con un chiste gastado y sin gracia.

—¿Te han comido la lengua los ratones?— decía este provocando que el resto también se rieran de mi.

  Pero esas risas se extinguieron abruptamente cuando el ruido de alguien subiendo las escaleras hizo resonar un cascabel. El sonido crecía en intensidad, y todos los gatos dirigieron sus miradas hacia la entrada de la azotea. Era como si supieran quién estaba ascendiendo para unirse a nosotros.

La princesa del país perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora