Capítulo I.

74 8 4
                                    


1. No más suerte.

Marzo 21, España

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Marzo 21, España.

Mis ojos observan como las gotas de lluvia caen en el horrible, asqueroso y duro pavimento, mezclándose con un gran charco de sangre.

Mamá me había repetido desde niño que usara cinturón de seguridad, me habló de las múltiples consecuencias que podía tener el no hacerlo ¿Qué estupidez pasó por mi cabeza para desobedecerla?

Por alguna razón, el ruido y la multitud de gente empieza a molestarme. Quiero que todos dejen de gritar y de hacer preguntas tan estúpidas. Cierros mis ojos cuando unas luces de colores y ruidos de sirenas se acercan a gran velocidad.

Veo el pecho de papá subir y bajar cada vez más lento, puedo sentir lo que serán sus últimos suspiros de vida. Me estremezco al escuchar como intenta hablarme. Mis bellos se erizan cuando siento unas manos sobre mí... ¡Me están separando de él! Intento luchar, pero el dolor me lo prohíbe.

La lluvia ya no impacta en mí, ahora el techo de la ambulancia me cubre. El dolor se expande por cada extremo de mi cuerpo y no tengo a nadie que diga que todo estará bien.

¿Por qué papá no está a mi lado?

Estoy solo y tengo miedo.

Conectan cosas a mi cuerpo y una doctora apunta con su linterna mis ojos. Me pregunta mi nombre, la fecha y cosas así, mas no puedo contestar, mis palabras no salen. De repente, todo se vuelve negro.

Cuando mis parpados se vuelven a abrir, me recibe un gran balde de agua fría o, mejor dicho, un balde de malas noticias. Muchas partes de mí cuerpo están enyesadas y con solo mover un centímetro mis brazos, piernas, cuello, dedos, absolutamente todo me duele.

El doctor entra y sonríe al verme, hace varias preguntas que, al final, quedan sin respuesta. Su expresión decae ante la presencia del silencio y se da cuenta que no sirve de nada alargar la espera, pues es evidente que solo me interesa una cosa.

—No pudimos salvarlo...

No sé cómo me trago mis lágrimas, pero por dentro siento como las grietas empiezan a aparecer, como mi alma se desgarra. Mi garganta arde, mi pecho duele, mi cabeza grita.

No termino de procesar las cosas, cuando mis tías ingresan y el doctor empieza a decir cuan dañado estoy.

—Dos costillas y clavícula rota, quemaduras de tercer y segundo grado y su rodilla presenta...

No escucho e intento convencerme de que esto es un mal sueño en el que quedé atrapado. Sin embargo, algo dentro de mí no deja de gritar sin piedad: «Estás completamente roto»

Los rostros de mis familiares se tensan ante cada palabra del doctor, quien termina con un bello «Gracias al cielo tu columna no sufrió daños graves...tuviste muchísima suerte».

Siento un montón de sensaciones, unas más fuertes que otras y, definitivamente, suerte no es una de esas.

Mis tías comienzan a preguntarme si me encuentro bien o quiero algo, pero no les respondo, solo miro mi rodilla izquierda enyesada. La muevo un milímetro y ese leve movimiento me duele tanto que suelto un quejido más fuerte de lo esperado, provocando que las miradas  caigan en mí, pero no me importa y sigo probando, convenciéndome que el dolor es psicológico.

Intento e intento, hasta que la puerta se abre de golpe y mi madre, a quien no veo hace meses, se acerca a toda velocidad y me abraza, intentando no dañarme. Sentir sus brazos rodeándome, su calor, su cariño, es un poco reconfortante, pero no logra compensar el frio que me invade lentamente. Es allí cuando las lágrimas, que retuve todo el tiempo, salen sin pedir permiso.

Lloro por mi papá, porque no lo veré más.

Por cada una de mis heridas, que me arden como la puta madre.

Por mi madre, porque se suponía que nos veríamos en Argentina, que estaríamos los tres juntos, que festejaríamos mi victoria y no así.

Por mi rodilla, porque había tenido lesiones previas y no sé lo que pasará. No sé lo que pasará.

Lloro porque estoy cagado de miedo.

Casualmente Destinados #1Where stories live. Discover now