Capítulo Uno

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Bloom era una joven que acaba de cumplir dieciséis y aún seguía creyendo que la magia existía, ella no la había visto, pero era un narcótico que eligió creer para hacer que este mundo no le pareciera tan cruel y oscuro. Sus días se basaban en ofrecer sonrisas vacías mientras escuchaba las conversaciones del resto de adolescentes, daba los mejores consejos que podía a sus amigas al igual que intentaba sacar las mejores notas en el instituto pero al final del día se sentía extremadamente sola.

—Veo que pasarás otro año más en Gardenia.—Mitzi paró su scooter con una sonrisa engreída mientras miraba a la pelirroja con la nueva bicicleta que le habían regalado sus padres—¿Te gusta? Me la han regalado mis padres porque sí.

—Bien por ti Mitzi.—contestó con simpleza Bloom volviendo a pedalear ignorando a la chica de gafas ya que esta tenía la mala costumbre de intentar hacerla sentir mal con los regalos que sus padres le hacían pero la pelirroja había dejado eso atrás. No tenía regalos tan lujosos pero sus padres la querían y estaban presentes.

Sin darse cuenta llegó al parque pero no paró de pedalear hasta que el camino asfaltado desapareció, hasta que no estaba en lo más profundo del bosque de Gardenia, allí había un pequeño claro con un lago donde pasaba los días leyendo y escribiendo pero hoy no le apetecía. Hoy no se sentía bien y no sabía muy bien por que, simplemente se sentó en el suelo y escondió su rostro en sus piernas. La adolescente estaba tan ensimismada en su propios sentimientos que no notó como una chica de figura delgada, cabellos rubios y ojos color avellana se arrodillaba frente ella. La desconocida toco su cabeza con delicadeza, hecho que hizo saltar a la pelirroja del susto

—Lo siento por asustarte—se disculpó con una sonrisa amable—pero parecía que necesitabas ayuda.—le tendió un pañuelo blanco que tenía una estrella bordada.

—Muchas gracias—dijo aceptando el pañuelo para limpiarse la cara—estoy avergonzada, no suelo llorar en bosques.

—No te preocupes, nadie elige donde llorar y un bosque no es tan mal lugar.—habló bajando la voz, como si le acabara de confesar un secreto—Me llamó Stella.—se presentó tendiéndole la mano a la chica

—Bloom—aceptó la mano que le tendía la rubia, su piel era suave y tenía un agarre dulce—¿No eres de por aquí verdad? Te reconocería.—susurró sin intención de que Stella escuchara lo último.

—Eres muy dulce—dijo sentándose a su lado oír el susurro—pero tienes razón, en realidad pertenezco a un lugar lejano.

—¿De dónde vienes?—preguntó curiosa.

—Un reino lejano que casi nadie conoce, pero es realmente hermoso.—contestó de forma vaga Stella, otros en su lugar podrían pensar que era alguien un poco loco pero la pelirroja decidió creer en las palabras de la chica rubia, aquellos ojos que brillaban con la mención de su hogar no podían mentir.

—Por tus palabras parece ser un lugar hermoso.—se limitó a decir Bloom con una sonrisa mientras se limpiaba los ojos.—Por cierto ¿Qué haces aquí?—preguntó bajando la cabeza—Gardenia es una ciudad bonita con bastantes cosas, una chica como tú...

—¿Una chica como yo?¿Cómo crees que soy?—preguntó alzando una ceja interrumpiendo el discurso de la otra—Digamos que me enviaron aquí para comprobar un par de cosas y una eres tú.

—¿Como? No te estoy entendiendo.—la pelirroja se alejó confusa ante las palabras de la rubia.

El viento comenzó a soplar con violencia, Stella cogió la mano de Bloom y la posicionó detrás suya. Desde que había aterrizado en este mundo la rubia se sentía fuertemente ligada a aquella desconocida, por tanto no iba a dejar que sus asuntos la lastimarán y aunque Faragonda le insistió mucho para que mostrara su verdadera naturaleza, no sería ni así ni ahora.

When the sun meets fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora