Cap 2

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Caleb

Abrí los ojos cuando el imbécil de Tristan entró a la habitación —¿Qué estás haciendo?— jadeé dándole la espalda a la ventana por la que la luz comenzaba a entrar.

—Vamos a inscribirte a una escuela.

—¿Ahora?— busqué mi celular en la mesita de noche pero en ese momento recordé lo qué pasó ayer, busqué la hora en el reloj que estaba en el librero —No son ni las ocho, Tristan. Relájate un poco— cubrí mi cabeza con una almohada.

—No es mi culpa que llegaras casi a las 3:00 de la mañana, baja en 15 minutos para desayunar.

¿Qué tipo de tortura era esto? Pensé que Tristan seguiría siendo el hermano cool y no un idiota controlador que se atrevió a ponerme una mano encima ¿qué mierda estaba mal con él? No estábamos en el siglo pasado como para seguir con esa estupidez —Ya, ya voy— me senté en la cama al verlo cruzar sus brazos —Me dejas a solas, por favor, necesito privacidad. No se si entiendas el término.

—15 minutos.

—Si, si, fuera.

Llevé mis puños a mis ojos tallándolos, no estaba acostumbrado a madrugar desde hace dos semanas que me expulsaron de la escuela. Tomé ropa de una maleta llevándola al baño para tomar una ducha, de agua caliente esta vez, honestamente pensé que esto iba a ser increíble pero para mi primera noche aquí fue todo lo opuesto. Me molestaba un poco que me tratara como un niño pequeño.

Decidí tomar las escaleras siguiendo la música que me llevó a la cocina, Ian estaba ahí bebiendo café.

—Buenos días.

—Buenos días— le respondí en saludo a Ian buscando una taza con la mirada —¿Dónde guardan las tazas?

—En el tercer gabinete— asentí abriendo la puerta de madera para sacar un, avancé a la cafetera casi llenando la taza —¿Por qué esa cara?

—Mi hermano es un idiota— dejé la taza sobre la barra, sentándome.

—¿Discutieron anoche?

—El muy imbécil se cree mi papá y cree que soy un crío de seis años, tampoco quería venir aquí.

—Estaba muy preocupado ayer cuando no te encontramos.

—No lo creo.

—Le importas más de lo que crees.

—Eso no le quita lo idiota.

—Tienes razón— una sonrisa divertida cruzó su rostro —Aunque unas palmaditas no fueron nada después de aparecer casi a las tres de la mañana.

Sentí como el sorbo de café se me iba a la nariz al escuchar su comentario, tragué saliva enfocándome en no toser ¿cómo lo sabía? Esto era demasiado humillante —¿Cómo...?

—Conozco a Tristan— se levantó por más café —Además, escuche a alguien quejarse.

—Dios— musité doblándome en la silla dejando mi cabeza sobre la barra —Tal vez para ti no fueron nada pero a mi me dolieron y no poco.

𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒄𝒆𝒓𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora