Capítulo 44

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Esta vez no tengo excusas que me justifiquen la larga ausencia, pero si una razón bonita y especial por la que regresar y festejar <3

Disfruten y ojalá se emocionen tanto como yo durante el proceso hasta llegar aquí.

Faltaba un cuarto para las ocho, demasiado temprano para estar despierta un viernes, y Mayte no solo lo estaba, sino que a esas alturas también había completado un par de asuntos pendientes y, por si fuera poco, había logrado llegar al hospital treinta minutos antes de su consulta prenatal correspondiente al mes de mayo. Y no es que fuera una sorpresa lo productiva y puntual que podía llegar a ser, pero tomando en cuenta el ajetreo de las últimas semanas, la sobrecarga de trabajo que estaban teniendo por su afán de adelantar todo el material visual posible y su ya notable estado, podría considerarse aquel acto toda una hazaña, o por lo menos así lo había percibido ella mientras se levantaba de la cama aquella mañana, luego de haber permanecido en el estudio el día anterior hasta poco más de las once de la noche. Para su suerte tendrían el fin de semana libre y ella, por fin, podría echarse a dormir sin preocupaciones y compromiso alguno, como lo había estado fantaseando desde que inició esa caótica semana.

— ¿Está ocupado el asiento? — la voz de Manuel a unos pasos de ella la sacó de sus pensamientos, y la posibilidad de que aquello fuera producto de su imaginación se vio evaporada al levantar la vista de su libro y encontrárselo de pie frente a ella. Tan guapo como siempre — Buenos días — saludó con una amplia sonrisa.

— Manuel. — un gesto de desconcierto ante su inesperada aparición se hizo presente en su rostro, lo que hizo que aquella sonrisa con la que él la saludaba empezara a desaparecer de sus labios. Sinceramente esperaba que esta no fuera una más de sus tan afamadas buenas ideas, esas que siempre dejaban de serlo en cuanto las llevaba a cabo — ¿Qué haces aquí?

— Bueno... — inquieto se rascó la cabeza y vaciló un poco antes de volver a hablar — ¿me puedo sentar un momento?

— Sí, sí, claro, perdona...— con un rápido movimiento alcanzó su bolsa dejando libre el asiento junto a ella — siéntate por favor.

— Gracias.

— De nada — contestó ella de vuelta evitando el silencio incómodo que se veía venir.

— ¿Y cómo estás?

— Yo bien, bien. ¿Y tú?

— Bien también, muy bien todo, qué bien, ¿no?

— Manuel, ¿qué haces aquí? — insistió en saber y con la misma rapidez con la que formuló su pregunta lo vio removerse incómodo en su silla, por lo que se apresuró en aclarar — no me lo tomes a mal, digo, no es que me moleste... — pero ni en sus fantasías más surrealistas había tenido la osadía de imaginarse siendo protagonistas de aquella escena — de verdad no me molesta, pero... no sé, es raro ¿sabes?

— Pero ¿raro bien, o raro en mal plan?

— Pues, solo raro... es que me tomas por sorpresa.

— Pero el otro día te dije que quería acompañarte, pensé que asumirías que lo haría — se justificó él mientras se cuestionaba si había hecho mal.

— Bueno.

— ¿Bueno? — replicó desconcertado. A veces resultaba tan fácil de leer y otras, como esa, parecía imposible descifrarla — ¿cómo se supone que debo tomar eso?

— Es que... — empezó a hablar, pero al sentir como su pecho se enrojecía se detuvo con la absurda esperanza de que el color no cruzara el límite de su sudadera, cosa que no sucedió. Y para cuando el color subió a su rostro Manuel la miró con un gesto de clara confusión en el suyo.

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