7. Todo por la doncella

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 —No lo sé, hija. Estaba llorando y me había dicho que te venía a buscar pero le dije que estabas con Ted. Parecía muy confundida.

Asintió con el ceño fruncido. Yendo con esa línea de razonamiento, era bastante lógico. Tiffany era, en muchos aspectos, autosuficiente y podía controlar bien sus emociones. Pero cuando ese control se perdía, el desastre era inminente.

—Entiendo. Suele decir incoherencias cuando está de malas. Quizá quiera que la llame. No sabía que su madre estuviera mal.

Rob hizo ademanes de detenerla. Esto crispó a Vivi que retrocedió un paso asustada.

—Llámala en un rato, cuando se haya calmado. Tu más que nadie debe comprenderla con esto de las emociones. No es propensa a ellos pero cuando pasa ya sabes...

No lo sintió natural y sus gestos eran poco habituales. Estuvo de acuerdo dejando el tema de lado para hablarle de Ted, cosa que lo relajó sobremanera.

—Subiré a terminar algunos trabajos.

Él se volvió sacudiendo el móvil en el aire.

—Mientras, yo llamaré a Somn, debo comentarle este...

Vivi se detuvo a mitad de las escaleras.

—¿Qué cosa?

—¿Eh?

—¿Qué le vas a comentar?

—Oh, bueno, quería comentarle de este... —sacudía las manos de un lado a otro evidenciando nerviosismo y confusión culposa—, este... nuevo... equipo que llegó ayer a la empresa. Me dijo que lo mantuviera al tanto. Ya sabes... cosas del trabajo...

No dijo nada. Lo examinó un momento, terminando de subir.

En un mes nada fuera de lugar le quitó el sueño y tampoco le fue perturbada la paz que Somn le proporcionó en los pocos acercamientos que ambos tuvieron como una concesión a término fijo de cada quien por su lado, momentos de risas y comentarios que los fue uniendo en una relación que se desconoció hasta que fue puesta en primera plana por parte de las chicas.

Seguía sin entender por qué ese muchacho de delgada silueta y apariencia enfermiza podía inspirarle tanta tranquilidad. No entendía sus paradojas y cada vez que se veían en la terraza de la escuela podía respirar a salvo de aquello que parecía acecharla a cada tanto. Estar a su lado y sentir su calor así como su interés en la voz y el cariño en su mirada despejada de molestia le era el mejor regalo entre la desesperación.

—¿Por qué me regalaste la colección de los gases nobles? —Le preguntó una tarde mientras compartían las galletas que ella había horneado en la mañana para ese encuentro.

Él miraba hacia el cielo, comiendo en cada bocado sin hacer percibir notoria su presencia. Ella lo examinaba con un aire afectivo desmesurado pero distanciado con cuidado.

Terminó de masticar y luego bajó la vista hacia el campo de futbol, donde entrenaba un numeroso grupo de aspirantes para el campeonato de intercolegiados. Su respiración le era pausada a ella, como si estuviera medida por un tanque de oxigeno invisible. ¿Por qué le resultaba tan atrayente? ¿Porque con él estaba a salvo? ¿De qué? ¿De quién intentaba protegerse usando a Somn como su escudo personal? ¿Por qué sentía que huía sin saber de quién?

Como cuando un cazador acecha su presa, recordó allá entre pensamientos inquietos.

Somn volvió su mirada hacia ella con una sonrisa que no describía más que gratitud. ¿Gratitud por las galletas? ¿O gratitud por su presencia? ¿Por qué le estaba dando importancia a lo que él pensara si apenas se estaban conociendo? ¿O ya se conocían? Imágenes y figuras superpuestas en su mente jugaban a un mosaico difícil de entender.

Sé FelizWhere stories live. Discover now