6- Testigo.

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Viktor se quedó despierto cuando su novio se marchó al trabajo, asimilando lo que Yuuri le había dicho. Su corazón latía irregular y se tocó el pecho sintiéndose sofocado. Sentía la necesidad de marcarle a su amigo para preguntarle lo qué había ocurrido en su encuentro con Yuuri, pero eso sólo demostraría lo inseguro que de pronto estaba.

Poco a poco se quedó inmerso en pensamientos, recordando el pasado.

La primera vez que Yuuri le invitó a su casa, después de concertar varias citas, las cosas se dieron de una forma fluida y espontánea. Se recordó besando a Yuuri, el cómo todo se sintió tan correcto e intenso al primer roce de labios, en ningún momento sintió que se estuvieran apresurando, su cuerpo se entregó desde antes que subieran a la habitación en dónde hicieron el amor con las luces apagadas.

— ¿Puedes decirme en dónde está tu marca? —preguntó Viktor, la respiración irregular y caliente se le vertió en la piel, sobre sus clavículas.

—Tócame en donde tienes tu marca, sí coincidimos te besaré.

Espiró con fuerza, se quedó tan quieto y tan callado que podía escuchar sus propios latidos en los oídos, el pulso en sus venas, y la respiración arritmica de ambos. Yuuri esperó tan quieto como él, pero, no parecía expectante, no como Viktor.

Su mano se deslizó desde su pecho, recorriendo cada relieve con devoción, Yuuri cerró los ojos, Viktor continuó descendiendo por su vientre, sus yemas palparon el costado de su pelvis, rozando la línea en donde comenzaban los finos bellos. El alfa exhaló tembloroso, dándose cuenta de que había estado reteniendo el aliento, pero, la espera se volvió cada vez más larga y Yuuri no movió ni un músculo. Eran impares. Para su pesar.

—Si quieres que dejemos de vernos...

—¡No! Yo... Quiero seguirte viendo, —aseveró el médico abrazándolo por los hombros, el azabache se dejó hacer, notando la cálida humedad que emanaba del mayor. Yuuri sabía que estaba llorando, pero no le dijo nada al respecto y el alfa agradeció eso.

Viktor se pasó las manos por el pelo, tirando un poco de él, volviendo a la realidad. No sabía porque había llorado esa vez, él ni siquiera había fantaseado con encontrar a su par, pero entonces lo entendió, el amaba a Yuuri a ese grado, él lo amaba como su destinado. Si ese día hubieran coincidido no estaría tan enloquecido por sentir que podría perderlo.

• • •

Yuuri acudió a la sala de interrogatorios junto a Minami, el testigo parecía estar nervioso pues seguía rompiéndose las uñas de la mano derecha con los dedos de la izquierda debajo de la mesa. El muchacho era un universitario, vecino de la víctima más reciente.

—Buenos días.

El joven bajó la mirada y se mordió el labio inferior. No respondió durante un largo y extenso silencio.

—Tengo 21 años, tuve la fortuna de conocer a mi par a los 17, en una cita grupal con una escuela vecina, —expresó el joven visiblemente nervioso, se sonrojó—, no voy a presentar testimonio.

— ¿Qué?—Minami se sobresaltó pero Yuuri le detuvo, indicándole con una mirada que debía de tranquilizarse.

—Escuché que, sólo han muerto personas en una relación impar, —habló en tono bajo, como el de alguien muy apenado—, escuche, no quiero tener problemas.

El joven se levantó, hizo una reverencia y se dirigió a la salida bajo la mirada atenta de Yuuri y la expresión de incredulidad en Minami.

— ¿Y qué hay de las siguientes víctimas? ¿Podrías pensar un minuto en cuántas personas conoces en una relación impar? Ve con cuidado, hijo.

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