—A mí no me importa, no es muy buen profesor —dijo Luna, y Harry, Ron y Betty la miraron incrédulos.
—¡Claro que lo es! —exclamaron Harry y Ron, metiéndose en la conversación.
—Pues a los de Ravenclaw nos da mucha risa —comentó Luna.
—Se ve que tenéis un sentido del humor bastante raro —le dijo Ron bruscamente.
A Luna no le pareció afectar lo que le dijo Ron; se quedó mirándolo fijamente, como si fuera un programa de televisión aburrido.
Cuando pasaron entre los dos pilares de piedra que les guiaban hacia el exterior de Hogwarts, Betty se inclinó hacia delante para ver si había algo de luz en la cabaña de Hagrid, pero para su desgracia, estaba completamente a oscuras.
Cuando llegaron a los escalones de piedra que daban al castillo, el carruaje se detuvo. Cuando todos bajaron, Betty volvió a darse la vuelta para ver si había alguna luz en la cabaña de Hagrid, pero quedó decepcionada cuando vio que seguía todo a oscuras.
Betty acarició el lomo de la criatura por una última vez y corrió para alcanzar el grupo.
El Gran Comedor estaba iluminado por las velas que flotaban en el techo y todos los alumnos estaban ya sentados en sus mesas respectivas. Betty se despidió de Hermione y Luna y fue a sentarse a su mesa, donde Leo y Kiara la esperaban sentados junto con todos los demás de Hufflepuff.
Betty se dejó caer en el taburete cansada mientras sentía las miradas curiosas de Leo y Kiara sobre ella.
—¿Tengo algo en la cara?
Leo y Kiara se miraron y volvieron a mirar de nuevo a Betty.
—¿Cómo te fue con Weasley? —le preguntó Kiara alzando sus cejas burlonamente.
—Baja la voz, Kie —le ordenó Betty mientras sentía que sus mejillas se volvían rojas—. No creo que haya notado que yo estuviera allí.
—Oh, vamos —se quejó Leo mientras Betty levantaba sus hombros algo decepcionada.
—Dejando a parte ese tema, ¿alguien sabe quién es esa? —les preguntó Betty, señalando hacia la mesa de los profesores.
Era una mujer bajita y tenía el cabello corto y rizado. Llevaba puesta una diadema de color rosa que hacía juego con la esponjosa chaqueta de punto y una túnica rosa también.
—No tengo ni idea —respondió Kiara.
—Bonita chaqueta —comentó Leo irónicamente con una sonrisa haciendo reír a Kiara, pero Betty notaba algo extraño en ella, algo que le daba una mala sensación.
