Tears

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Al día siguiente, el comisario ruso del CNP fue llamado por el superintendente para informarle sobre todo lo ocurrido el día anterior en el operativo donde cayeron varios de los verdes.

Horacio se mantuvo fuera del despacho, pegado en su lugar, sujetando entre sus manos unos papeles para el super que debía entregar, pero no se atrevía a interrumpir, no cuando los gritos de Conway podían escucharse desde que uno subía las escaleras en dirección a las oficinas. Suspiró.

Luego de varios minutos le ruso dejó la oficina con la mirada gacha, pensativa y sus puños blancos al estar fuertemente empuñados debido a la frustración.

Horacio le observó dudoso sobre decir algo, pero al final, cuando pasó por su lado, posó su mano con suavidad sobre su hombro, ganándose su atención y, antes de que pudiera echarle la bronca, le dijo:

—Creo que hiciste un buen trabajo. No es tu culpa que el viejo no le diga a nadie sus planes, no tenías como saberlo. Gracias a ti, los rehenes están a salvo, los daños fueron mínimos y la mitad de esa banda está tras las rejas. Un error no elimina tus éxitos, así que no te desanimes, comisario bombón. —Con una sonrisa divertida, soltó al ruso y se dirigió donde el super, huyendo algo avergonzado al haberle soltado ese apodo.

Volkov simplemente le observó desaparecer en la oficina. Frunció el ceño. Su corazón latía demasiado rápido otra vez.

Sus pensamientos estaban perdidos mientras terminaba de abrocharse la camisa, su mente no dejaba de vagar de un problema a otro, desde lo profesional hasta la forma extraña en la que se le aceleraba el corazón cuando Horacio le dedicaba una de esas brillantes sonrisas que... echaba de menos. Suspiró, dirigiendo de re ojo su mirada hacia la puerta cuando la escuchó abrirse, notando como entraba uno de los sub inspectores enmascarado que había visto un par de veces a lo lejos. Notó como este a penas dio un paso dentro del vestidor antes de dar media vuelta y salir. Alzó una ceja ante la extraña actitud, pero no le prestó mayor atención y terminó de prepararse para una nueva jornada laboral.

—Priviet. — Saludó por la radio, viendo otra vez como entraba al vestidor el mismo enmascarado.

—Buenas.

—Priviet. —Volvió a saludar, notando de mejor manera la vestimenta que llevaba aquel agente, frunciendo el ceño ante su extravagancia. Le recordaba a... Negó rápidamente, posando nuevamente su atención en aquel agente que, ahora, abandonaba el lugar. Por inercia dio un paso hacía él hasta perseguirle fuera de los vestuarios. —¿Usted donde va con el pijama ese?

Tuvo que seguirle hasta el lobby de la comisaria, pues el agente parecía no querer detenerse, hasta que, de pronto, le miró por sobre el hombro y le dijo:

—Se llama ir a la moda. Lo siento. — Y con esas palabras se retiró sin dedicarle una última mirada.

Le recordaba tanto a... No, no podía ser, ¿verdad? Decidió preguntar por radio por el agente, pero todos los demás negaron saber de quien se trataba, ¿Cómo era eso posible? A menos que le estuvieran mintiendo, y realmente no tenía tiempo para desperdiciarlo en un agente que, por lo que sabía, había sido trasferido desde otra comisaria y parecía tener el favor de Conway. Había cosas más importantes en la que debía concentrarse.

Las cosas parecían no mejorar, todo era un caos, es como si la ciudad poco a poco perdiera su rumbo y el CNP poco y nada pudiera hacer, pasando poco a poco sus casos más importantes a entidades con mayores recursos y poder que ellos, lo cual era, en cierta parte, frustrante para todos, más cuando el superintendente parecía olvidar que tenía a todo un cuerpo policial trabajando a ciegas pues no se dignaba a compartir ni un poco de información, haciendo que bajara la moral de varios agentes.

Through the time.Where stories live. Discover now