Capítulo 6: En el que Jungkook expresa sus sentimientos con fango verde

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Jungkook no salió aquel día, ni tampoco los siguientes. Taehyung se sentaba para pensar en silencio en su silla junto al hogar. Se dio cuenta de que, por mucho que Jungkook lo mereciera, había centrado su rabia contra el castillo cuando en realidad estaba enfadado con el brujo del Páramo. Y, además, se sentía un poco incómodo por esconderse allí disimulando sus verdaderas intenciones. Puede que Jungkook creyera que le caía bien a Calcifer, pero él sabía que el demonio fuego sólo había aprovechado la oportunidad para hacer un trato con él. Además, pensó que le había fallado a Calcifer.

—¿Contento con tu trabajo? —preguntó Jungkook sarcásticamente.

—Necesito más cosas que hacer —dijo Taehyung.

—A mi traje viejo le vendría bien un remiendo, si buscas algo con lo que entretenerte —dijo Jungkook.

Parecía que ya no estaba enfadado. Taehyung sintió gran alivio, pues aquella mañana casi había tenido miedo.

Era evidente que Jungkook todavía no había conseguido al muchacho que perseguía. Taehyung oyó como Soobin le hacía preguntas directas al respecto y cómo Jungkook se escabullía hábilmente y no contestaba a ninguna.

—Se escurre como una anguila —murmuró Taehyung a un par de calcetines de Soobin —. No puede aceptar su propia maldad.

Vio que Jungkook estaba quieto, sin parar de hacer cosas para ocultar su descontento. Taehyung lo entendía perfectamente.

En la mesa, Jungkook trabajaba con mucha mayor intensidad y rapidez que Soobin, ejecutando conjuros de forma experta, aunque un tanto atropellada. Por la expresión en el rostro de Soobin, casi todos los hechizos eran inusuales y difíciles de hacer. Jungkook dejó un conjuro a la mitad y subió corriendo a su habitación a vigilar algo secreto, y sin duda siniestro, que estaba pasando allí; luego salió a toda velocidad al patio a trastear con un gran conjuro que se traía entre manos.

Taehyung abrió a la puerta un poco y quedó sorprendido al ver el elegante mago, arrodillado en el barro con las largas mangas atadas en un nudo por detrás del cuello para que no le estorbaran, mientras llevaba con cuidado una pieza de metal grasiento hasta una estructura extraña.

Aquel conjuro era para el Rey. Otro mensajero peripuesto y oloroso llegó con una carta y un discurso largo, larguísimo en el que preguntaba si sería posible que el mago Jeon le dedicase algo de su tiempo, sin duda ocupado en otras muchas cosas, para concentrar su poderoso e ingenioso intelecto en un pequeño problema que afectaba a Su Real Majestad: concretamente, cómo podría el ejército hacer pasar sus pesados carros por un terreno pantanoso e irregular. Jungkook ofreció una respuesta elocuente y maravillosamente educada, pero dijo que no. Después, el mensajero habló durante otra media hora, al cabo de la cual, ambos hicieron una reverencia y Jungkook accedió a hacer el conjuro.

—Me da mala espina —le dijo Jungkook a Soobin cuando se hubo marchado el mensajero — ¿Por qué se tendría que perder Min en el páramo? El Rey parece creer que yo le serviré en su lugar.

—Él no era tan inventivo como tú, eso está claro —dijo Soobin.

—Soy demasiado paciente y demasiado educado —dijo Jungkook en tono sombrío —. Debería haberle cobrado mucho más.

Jungkook era igual de paciente y educado con los clientes de Porthaven, pero, como Soobin señaló preocupado, el problema era que Jungkook no les cobraba lo suficiente. Aquello fue después de que Jungkook hubiera escuchado durante una hora las razones por las que la esposa de un marinero no podría pagarle todavía ni un penique, y de que le prometiera a un capitán un conjuro de vientos a cambio de una minucia. Jungkook eludió los argumentos de Soobin dándole una lección de magia.

Proyecto Heka: El castillo AmbulanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora