ⅩⅠⅤ

318 33 32
                                    


Mansión Archibald, Look River

18 de junio

13:42

Deianira Archibald

Estaba caminando por los pasillos de mi casa cuando aparece Roland, el secretario de mi papi.

—Señorita, el señor desea verla en su despacho. —Dice ofreciéndome su brazo para caminar.

No dije nada y fui con él bajando al primer piso, donde estaba el despacho de mi papi. Estaba emocionada, siempre que papi me llevaba me lo pasaba bien ahí dentro, jugar con él era muy entretenido.

Al llegar delante de su puerta, Roland toco dos veces esperando una confirmación para pasar. Escuchamos la bonita voz de papi y el secretario me abrió la puerta para luego moverme la silla y que yo pueda sentarme delante del escritorio.

—¿Algo mas, señor? —Dijo Roland acomodándose el traje negro. Mi papi con un ligero movimiento de cabeza negó. Causando que Roland saliera por la puerta, cerrándola.

Nos quedamos un par de minutos en silencio mientras él escribía algo en su ordenador.

Mi papi era un hombre atractivo, estaba teñido de un color verde flúor, media uno sesenta y cinco, era relativamente bajito, mi mamá, Deiriane y yo, éramos mas altas que él. Tenia unos ojos hermosos, color azul, pero con las lentillas se le veían amarillo neón. Era bastante gordito y mayor, le saca catorce años a mama, ella tiene treinta y cuatro, y papi cuarenta y ocho.

Al cabo de un rato mi papi levanto los ojos del papel para mirarme y sonreírme. Su sonrisa era hermosa, mas cuando los ojos se le achicaban y su nariz se fruncía.

—Hola bebé. — Dijo separando la silla de la mesa y abriendo sus brazos. Yo, emocionada, corrí a abrazarlo y me senté en sus piernas, el rodeo mi cintura con sus brazos. Deje mis piernas a los lados de las suyas

—Hola papi. —Le sonreí mientras saltaba un poco en él y le daba besitos por toda la cara.

—¿Nena, que hablamos de la ropa? —Pregunto tirando su cabeza atrás para verme mejor. —Te quedan mejor las faldas o los shorts, esos pantalones no te lucen, cariño.

—Perdona, papi, se me olvido. —Dije avergonzada, sonrojándome, papi me ponía nerviosa.

—Amor, ¿Sabes que mereces un castigo? —Me miro con pena mientras hacía que me bajara de sus piernas. Asentí, mientras algunas lágrimas caían, papi a veces era un bruto.

—No, por favor, no se repetirá. —Dije mientras me quitaba las gotas de mis mejillas.

—Ya sabes donde están las faldas, bebe. —Sorbí por la nariz y me dirigí al compartimento que había en su despacho, donde estaban las mini faldas y objetos para castigarme.

Me saqué el pantalón, quedando en tanga para luego ponerme una faldita roja y negra de cuadrados, como la de las colegialas. La falda me quedaba por medio de las nalgas, tapando básicamente nada.

—Muy bien, nada mas mira que bien te queda, bizcochito. —Me sonrió, mostrando sus baquetas de diamantes, rubí y esmeraldas.

MERCENARYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora