9 Esta soy yo - Valentina

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El domingo remoloneo más de la cuenta, pero ¿a quién no le gusta remolonear un poco cuándo no hay que madrugar? A nadie, y el que diga lo contrario, miente. Desayuno a la hora de la comida mientras veo una de esas películas de sobremesa en la que la niñera quiere secuestrar al bebé, o matar a la madre, o está enfermizamente enamorada del padre de la criatura, o todo a la vez. La verdad es que no me entero porque nunca consigo ver la película entera. Yo, en el segundo anuncio publicitario, ya estoy desnucada en el sofá con la baba colgando. Supersexi. Lo sé. Soy un partidazo.

Maldigo al menos en cinco idiomas al escuchar los pitidos del móvil cuando estoy a punto de echarme la siesta del desayuno. Seguro que es mi tía otra vez para reprocharme mi escaso —por no decir nulo— interés por encontrar pareja y, por supuesto, recordarme que moriré sola.

Pero no, el mensaje no es de mi tía. Es mi nueva best friend Mariana con una crisis existencial porque Lucas el chico que le gustó, se puso en contacto con ella y la muy tonta ¡tiene dudas!, jajja está loquita.  Ayer respiraba el aire por él y hoy no sabe por dónde le da el aire. Vivir para ver.

Le respondo enseguida y consigo convencerla de que quede en verse con él esta misma tarde y confieso que mi vena chismosa —herencia de mi tía Evangelina— está deseando conocer todos los detalles de ese encuentro. Y bueno si dejamos volar la imaginación, ya me veo asistiendo a la boda que tendrá lugar una tarde de verano en una playa de la riviera maya, llena de guirnaldas de flores y farolillos, todos descalzos y vestidos de blanco.

¿Por qué a mí no me pasan esas cosas?

«No te quejes tanto, que a ti te dejaron un mensaje en un posavasos», me recuerda mi voz interior.

¡Mierda, el posavasos!.

Corro hacia el patio y abro la ventana por la que se accede al tendedero para recuperar los vaqueros que me puse ayer. Exacto, el posavasos seguía en el bolsillo de atrás, pero se  convirtió  en una bola de papel mojado desintegrado. Chinga mi madre....

Mi teléfono vuelve a emitir un par de pitidos desde la mesita del salón, pero estoy demasiado ocupada lamentándome por no revisar los bolsillos de la ropa antes de meterla en la lavadora, como me dice siempre mi queridísima madre.

Esta soy yo. Un desastre con patas.

«¿Qué más te da si no pensabas llamarla?».

«¿Tú que sabes?».

Tengo que acabar de una vez por todas con estos diálogos internos. Menos mal que estas conversaciones solo tienen lugar dentro de mi cabeza porque ya bastante tengo con pensar que igual me falta un tornillo, como para que lo piense el resto de la humanidad.

Sea como fuere, el posavasos ha fallecido.

Muerto.

Caput.

Finito.

Recemos una oración por su alma. Y por el posible encuentro con la  hermosa morena que me dejó sus datos. Recupero el teléfono de la mesita, esperando que el mensaje sea de Mariana para contarme lo bien que está yendo su cita y olvidarme así del posavasos difunto. Pero no. El mensaje no es de mi amiga.

Número desconocido📲

Estoy en la terraza del Kaffas.

¿Bajas?

Es obvio que es la guapa morena de la barra —y por lo poco que se ve en la foto de WhatsApp, por la virgen santa, ¿eso son abdominales de verdad? Alucino en mil. ¡ Por Diooos bendito me muero!— será que se equivocó de número, porque seguro el mensaje no es para mí. Aunque casualmente el bar que hay frente a mi casa se llama Kaffas.

Valentina📲

Perdona, pero creo que te has equivocado de número.

Número desconocido📲

No me he equivocado.

Llámalo intuición, pero tres segundos después estoy agazapada en la ventana, en plan vieja del pasillo, viendo a la terraza del Kaffas por si aquella desconocida está en lo cierto y es a mí a quien espera, aunque yo no tenga ni la menor idea. Y entonces la veo, con la mirada clavada en mi ventana. Esa morena de hoyuelos y mentón partido esta viendo detenidamente a mi ventana, se medio sonríe con el teléfono y se arregla el cabello. Corro hacia el baño y grito del susto al verme en el espejo.

«Por Dios, que no me haya visto».

Número desconocido📲

Te aconsejo que te peines antes de bajar.

Resoplo en cuanto leo el mensaje.

«Eso te pasa por ir por la casa con pinta de indigente».

Valentina 📲

Dame diez minutos 

OMG OMG OMG!... es la hermana de Mariana quien me espera en el cafecito de abajo, Yeeessss!!!. Me ducho a la velocidad de la luz, me enfundo unos vaqueros y una camiseta limpia, me hago una coleta y me calzo unos tenis, bajo las escaleras de dos en dos, muerta de curiosidad, pero les diré una cosa: la curiosidad es una jodida arma de doble filo..

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