8. Cuando la guerra llama

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Una balanza siempre equilibrada; a veces menguando de un lado o del otro. Una simple metáfora, quizá demasiado típica, pero podría concebir una mejor descripción del estatus del gobierno durante el segundo conflicto mundial.

Por un lado, Suecia no era ajeno a los intereses de una parte de su gente y gobierno en apoyar AL bando alemán; mientras que otros sectores ansiaban mantenerse fuera dentro de lo posible del conflicto armado. Finalmente, Suecia cedió a permitir el paso del eje por su territorio si así lo requerían, pero se negó a participar o brindar apoyo de cualquier otro tipo.

Los años de paz y sin la esencia de la pólvora pareciendo impregnar la piel de las naciones siempre le sabían breve.

Suspiró agotado; era cómo ser mecido por una marea agitada, sin tener la certeza de realmente hasta donde podría terminar: ¿Arrastrado por una violenta corriente, o convirtiendo en parte de la hostil marea?

Berwald sobó el puente de su nariz tras un profundo suspiro. Examinó la pila de papeles sobre su escritorio, y leyó de reojo otra solicitud de Alemania (o mejor dicho, un aviso) de un transporte de algunos suministros. Ludwig podría ser su amigo, pero en esos tiempos el generaba un gran estrés ese tipo de misivas; se sentía mal de desear romper contacto con el que consideraba su amigo.

Si los tiempos fueran diferentes, leería con entusiasmo las cartas de Alemania, y estaba seguro que su contenido relataría más bien algo positivo. Cerró los ojos un momento sintiéndolos irritados, e intentó relajarse. Decidió dejar el trabajo por ese día.

Al caminar hacia la cocina para cenar cualquier cosa, no pudo evitar dirigir sus ojos a una pequeña puerta al final del pasillo de la segunda planta. Pensó en unas estatuillas de madera que talló hace años; pensó en Dinamarca, y en cómo la guerra enterró esos obsequios en el olvido. ¿Tendría oportunidad de dárselo algún día?

Estaba siendo egoísta. Mathias tenía el yugo de los del eje alrededor de su cuello.

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Al principio de la guerra, Mathias había ido a visitarlo en compañía de los otros nórdicos. Habían hecho planes, e incluso se sintieron optimistas con la unión de todos los nórdicos para enfrentar la amenaza de un nuevo conflicto internacional. Fueron capaces de volver a convivir cómo en los tiempos más indulgentes de la Unión de Kalmar.

Pero antes de poder formalizar algún acuerdo de cooperación entre todos, Mathias se ve aprisionado de alguna forma por los del Eje; los aliados comienzan a incluso ser hostiles con Suecia quien permitía el paso de suministros a Alemania y sus aliados, aunque nunca huno alguna represalia directa.

Con una silla vacía, en donde Berwald le hubiera gustado estuviera Dinamarca, los cuatro nórdicos restantes concuerdan con su deseo de mantenerse lo más alejados de la guerra que pudieran, proponiendo una unión y afirmación oficial de neutralidad similar a la de la primera guerra mundial.

Lamentablemente, la guerra era tenaz y les alcanzó al final.

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Berwald sostenía en sus manos una figurilla de madera a medio acabar: la figura de una sirena mirando a un humano inconsciente sobre la costa estaba tallada con gran minucia. El sueco la mantuvo en su regazo, y con un suspiro siguió escuchando con atención lo que le reportaba su asistente sobre una guerra en la él solo jugaba cómo un espectador.

—No hay mucho que decir de la situación de Dinamarca, la ocupación se mantiene con la misma fuerza —explicó sus asistente revisando sus notas, que prosiguió con cierta tensión en sus palabras—. Islandia...ha sido ocupado por los británicos y los canadienses: argumentan que es para evitar que los alemanes la ocupen y caiga con la misma rapidez que Noruega.

«Lukas». Pensó con tristeza Berwald; un día fue más que suficiente para que Noruega sucumbiera a la ocupación.

—En el caso de Finlandia...nada ha cambiado —añadió con cierto nerviosismo su asistente antes de terminar el reporte, a lo que en respuesta Berwald sólo apretó sus labios un poco y miró hacia la mesa.

Para mantenerse a salvo, los jefes de Berwald lo habían obligado no sólo a comerciar con ambos bandos, e ignorar cualquier petición de los aliados de detener al Eje de moverse por su territorio, sino que lo forzaron a abandonar a su amigo Finlandia en plena guerra contra Rusia; con cierta amargura intentó oponerse a la decisión de su gobierno, pero los altos mandos sólo accedieron a tomar refugiados.

—Gracias por tu reporte, por favor agenda una junta con el ministro —pidió Suecia tras meditar un poco. No podía ayudar a nadie de los que le importaban, pero podía ayudarles un poco, aunque fuera cómo le permitieron hacer con Finlandia.

Berwald logra su cometido: su gobierno se propone apoyar las resistencias a través de la evacuación de refugiados, con el apoyo de algunos espías para garantizar un escape seguro de la gente que llegaba a ellos por protección.

De esa forma podía estar un poco cerca de Mathias, saber si estaba a salvo.

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Fueron años hasta que pudo volver a pisar el suelo danés; aunque sabía que estaba siendo infantil al poner cómo excusa cómo habían llegado los refugiados después de regresar a su tierra. Mathias en cambio, no se burló de él, ni lo avergonzó diciéndole que, sí, sabía que estaba ahí para verlo y los refugiados no eran la única razón para que visitara su casa apenas le autorizaban dejar sus obligaciones.

Berwald se había alegrado que las heridas que la guerra y ocupación dejaron en Mathias no eran tan graves; que a pesar de sus ojos exhaustos y su preocupante palidez, sólo necesitaría un poco de tiempo para volver a caminar con paso firme.

—Parece que nunca dejo de estar en deuda contigo, Sve —bromeó Mathias, muy contento de que pudieran volver a verse. Ambos estaban sentados en la mesa de la cocina del danés, con un poco de café de por medio. Dinamarca habría ofrecido alguna cerveza, pero Suecia bromeó con que, era muy temprano y no había manera de que encontrara el gusto de una marca danesa.

—Un poco de compasión con alguien herido —respondió Mathias riendo, con una mueca medio fingida de dolor (había dado un golpe a la mesa al reír con una mano vendada) —. Ber...oye, yo...muchas gracias por haber cuidado de tanta de mi gente en tu casa; de darles un refugio mientras todo esto acababa.

—Eran gente inocente, es lo que debía hacer —comentó con un sutil rubor Suecia—. Y al menos así podía confirmar que no hacías nada imprudente.

—No lo suficiente —Sonrió el danés con todos los dientes, alzando su mano vendada y dando unos golpecitos a la venda que tenía cubriendo su frente.

Berwald suspiró resignado, pero sonrió ante la broma del otro. Aquellas visitas se repitieron más de una vez, con cada vez menos excusas usadas para verse.  

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⏰ Last updated: Sep 01, 2022 ⏰

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Entre Fuego y Hielo | Hetalia [DenSu]Where stories live. Discover now