Capítulo 12

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Que tus verdades me rompan

Dos semanas.

Arthur no se ha puesto en contacto conmigo en dos malditas semanas.

Catorce días suena mejor.

Porque los he sentido de esa forma.

Dos es un número pequeño.

Insignificante.

Un dolor ciego estalla en mi pecho al pensar que..., quizá, se rindió conmigo.

He pasado las noches inquieto.

Creí que los dos estábamos dispuestos a luchar. Que, esta vez, ambos arreglaríamos lo que ambos rompimos. Pero solo ha habido..., silencio.

Y en otro momento me parecería perfecto, pero ahora, ese silencio viene acompañado de susurros. Cuando un susurro se une con otro, en mi mente, nacen rugidos, gritos de angustia y desesperación.

Mis pensamientos se apagan cuando escucho un suave click y luego él aparece.

Mi hermano. Mi otra mitad. Mi conciencia.

Su mirada cae a mi forma sin fuerzas, tirada en la cama y se acerca a mí con pasos lentos e inseguros.

—Lo lamento pequeño, lo lamento tanto —susurra en mi cabello.

—No puedes pedir perdón por algo que no se puede deshacer, Rhett.

—Pero...

Interrumpo antes de comenzar a llorar frente a él.

—Olvídalo. ¿Hay helado por aquí?

—Sí, dame unos segundos.

Cuando comienza a alejarse se detiene abruptamente y luego gira sobre sus talones. Hay algo indiscernible en su expresión. Una emoción que nunca he visto en su rostro.

—Mereces a alguien que te haga olvidar que tu corazón alguna vez fue roto.

Entonces desaparece. Sé lo que quiso decir. Y en otra circunstancia hubiese sido diferente.

Pero..., es imposible para mí alejarme de Arthur, no es su culpa que me haya enamorado de él y tampoco el no haberse dado cuenta de mis sentimientos. Cuando ignoras algo no deberías ser responsable de las consecuencias de tus acciones. Pero incluso en la ley, el desconocimiento no significa que el delito no exista. No te exime de haberlo cometido.

No puedo cambiar el pasado, pero tengo la intención de darle una nueva forma al futuro. Distinta a lo que imaginé que sería años atrás.

Pasos resuenan en las escaleras y luego los siento acercarse a mi habitación. Es entonces cuando lo escucho.

Toc. Toc. Toc.

Y luego su presencia llena la habitación.

Arthur, con sus rizos castaños y hermosos ojos de brujo.

Sonríe.

Con los ojos. Con los labios. Con el corazón.

Una sonrisa que lo ilumina todo.

Luego levanta las tarrinas de helado al aire y dice algo que quiebra mi alma.

—Te he echado de menos, Roan.

Nunca pensé que la existencia humana sería tan frágil como una flor. Pero ahora lo hago. Escucho el contundente crack que emite un tallo al fracturarse.

—¿Qué? —murmuro.

—Echo de menos lo que éramos. Arthur y Roan. Solo nosotros. Las sonrisas. Las noches observando estrellas y los días de lanzarnos del acantilado. Extraño los silencios y la música. Nos echo de menos. A las personas que somos cuando estamos juntos. Y no sé qué hacer para traernos de vuelta a lo que fuimos.

No dice nada más y luego comienza a caminar hacia mí, pasos tentativos llenando el silencio que consume el mundo tras esa confesión.

Entonces se deja caer en la cama, a mi lado, nuestros hombros rozándose y su cabeza descansando en la curvatura de mi cuello.

Deja el helado a un lado y entonces..., entonces dice algo que desestabiliza mi mundo.

—No sé si ya lo sepas, pero muchas cosas han cambiado..., mi vida ha cambiado, yo...

Por primera vez desde que llegué puedo
verlo de verdad. Y lo que veo es dolor, soledad y una rabia incontenible dirigida hacia mí.

Con cada palabra que lanza siento como si cientos de espadas estuviesen siendo clavadas en cada parte de mi cuerpo. Una y otra y otra vez.

Poco queda del chico que dejé atrás.

Ahora...

Es un fantasma de lo que solía ser.

Roto.

Sin esperanzas.

Un reflejo de mí mismo.

Pero aquí está él, ofreciéndome la verdad que tanto deseaba.

Y aquí estoy yo, incapaz de entender por qué sus verdades se sienten como fragmentos de bala perforando mi corazón.

—¿Entonces? —murmura débilmente.

Llevo mi mano a su cabello y lo acaricio con delicadeza mientras inhalo su aroma.

Huele a mar, a algo especiado y también un detalle que solo le pertenece a Arthur y que, por más que haya buscado, nunca pude encontrar en alguien más.

—Estamos juntos en esto.

Entonces lo abrazo con fuerza y no lo suelto, porque si despierto por la mañana y esto fue solo un sueño, al menos necesito saber que volví a sentir la sensación de su cuerpo encajando perfectamente con el mío.

El destino nos está dando una nueva oportunidad.

Pero ¿una oportunidad para qué?

Un beso por tus pensamientos -FINALIZADA- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora