Capítulo 11 "Mala pasada"

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Resulta que Eymi puede ver el futuro, al yo tocarla adquirí su poder y vi como Aries moría. No sabía ni el día ni la hora, pero lo vi muerto. Tendido en el suelo, rodeado de sangre, mucha sangre. 

—Debemos tener cuidado —se quejó London.

—Hermanito, tranquilo que no me va a pasar nada —Aries no parecía afectarle lo que yo acababa de decirle— El futuro puede ser cambiado.

—Como tú digas —salió molesto de la habitación.

Aries dio unas vueltas por la habitación y luego se sentó a mi lado sin llegar a tocarme.

—¿Es mañana?

—¿Qué? —pregunté confundida.

—¿Qué si me viste morir mañana?

Negué con la cabeza:

—¿Vas a competir?

—No, ya estoy en la ronda final —agrega— Son cuatro academias, nos vamos enfrentando según nuestras habilidades, los más débiles terminan muerto. Las academias con más sobrevivientes se enfrentan a la final.

—¿Te das cuenta de que hablas de la muerte como si fuera algo normal?

—La muerte es normal, Iris. Tenerle miedo a ella si para eso nacimos es lo que no es normal.

Nuestros ojos se encontraron y pasé saliva. Su mirada sobre mí me estaba poniendo nerviosa.

—Somos millones de chicos con poderes, crees que alguien notará si tres mueren.

—Yo notaría si tú desapareces —no sé por qué carajos dije eso— Eres como un grano en el trasero—agregue para quitarle impotencia a lo que acaba de decir.

—Tú sí que eres un dolor de cabeza —sonrió de lado y se levantó— Por cierto como empezaste ahora y nadie ha muerto en los últimos días no hay habitaciones disponibles.

—Es un alivio no tener que dormir en la cama de un difunto.

—Como técnicamente eres la novia de mi hermano dormirás con nosotros, está es tu habitación.

—Ni de coña voy a compartir habitación con ustedes —me negué y me senté en el colchón. 

—En la parte baja de la litera duermo yo —señaló a la esquina— En la cama donde estás duerme London, pues digamos que mi hermano es un poco sonámbulo y necesita su espacio. Tú puedes dormir arriba de mí.

Arriba de ti.

Yo.

Dormir.

En mi cabeza había algo que no cuadraba. Me sonrojé de solo pensarlo.

—Dime —habló.

—Nada —respondí y me encogí de hombros.

—¿Qué fue lo que pasó por tu cabeza?

—Ya te dije que nada.

—Hasta te mordiste el labio —se quejó.

—Basta.

—Bien —puso los ojos en blanco—. En el armario tienes toallas limpias, vestimos siempre de negro y a las ocho tienes que estar en el comedor, sé puntual. Las duchas están en el pasillo, a la derecha.

Abrió la puerta y volteó a verme.

—La idea de tenerte arriba no me molesta en lo absoluto —dijo y se fue.

Mierda.

Miré el reloj y era un poco más de las seis, ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? Me levanté a tropezones y busqué mis cosas junto a la toalla. Salí y sentí la mirada de todos clavada sobre mí.

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