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Silbaba mientras cosía las hojas entre sí, casi más grandes que él. Volaba de un lado a otro para buscar los materiales necesarios, pero no podía poner a prueba su creación ya que su modelo todavía no llegaba. Eso le ponía ansioso, aunque le faltaban solo unas sogas para poder terminar. Esperaba que Hyungwon no se haya olvidado o tendría que ir a buscarlo.
  Unos golpes en la puerta de madera tuvieron toda su atención. Voló los pocos metros de su tienda y abrió la misma, sonriendo ampliamente mientras se hacía a un lado.

—¿Qué pasó? —preguntó el pelinegro, entrando para mirar a su alrededor.

Tantos objetos llamaban su atención, mucho más los que estaban a medio terminar, ¿por qué no los había completado? Se veían un buen invento.

—Hice algo —agarró su mano y casi lo arrastró hacia donde estaba preparando su nuevo invento—. Lo llamo "mochila"

Hyungwon se quedó quieto, dejando que sus brazos sean manipulados por la pequeña hada que revoloteaba a su alrededor. Las sogas se colgaron en sus hombros, mientras que en su pecho quedaban las grandes hojas verdes.

—Y ahora se llena —agarró todo lo que tenía en la mesa y la metió en la mochila—. ¿Qué tal? —cerró la misma con la hoja que quedaba de tapa y se quedó mirando fijo al pelinegro.

—Es como un bolso —dijo Hyungwon, volando unos centímetros para testear el invento.

—Pero con dos sogas en vez de una. El peso se distribuye a los dos hombros —explicó, girando el cuerpo del menor para ver su espalda—. ¿Habrá alguna forma de sacarse las alas?

—No intentes conmigo —se volvió a girar, mirando con algo de miedo al castaño.

—Eso se lo dejo a alguien más loco —rió, ayudando a Hyungwon a retirar la mochila para más tarde seguir haciendo arreglos—. Te voy a regalar el canasto con ruedas, ya vengo

El pelinegro no pudo emitir ni una palabra, Kihyun voló rápidamente a la otra punta de su tienda en búsqueda del canasto.

—No hace falta —habló al verlo llegar.

—Sí que hace, te va a resultar muy útil. Yo me quedo con la mochila

—Bueno... gracias —sonrió leve.

—Estoy guardando mis raciones para cuando nos vayamos —comentó con una sonrisa, invitando al menor a tomar asiento en una de las banquetas que rodeaban la mesa—. Hasta guardé las flores, me muero por comerlas

—¿No te da miedo salir? ¿Escaparte? —preguntó, mordisqueando sus labios. No estaba seguro si podía mantener su palabra.

—Obvio que sí —el contrario abrió sus ojos sorprendido—, pero más miedo me da no poder vivir mi vida —levantó sus hombros.

—No sé si pueda... —murmuró.

—Voy a esperarte, pero no mucho tiempo —dijo serio. Se levantó de la banqueta para buscar algo de beber, mientras Hyungwon reflexionaba en silencio.

—¿Hace cuánto planeaste esto? —preguntó cuando lo vio regresar. Agradeció el vaso de madera y comenzó a tomar mientras Kihyun pensaba.

—No mucho —dijo finalmente—. Fue más un impulso que un plan concreto. Pero me alegra que me hayas detenido, revisando el bolso me di cuenta que guardé cosas inútiles. Eso me hizo acordar, necesitamos un mapa

—¿Un mapa? —levantó una de sus cejas y dejó el vaso en la mesa—. Casi no hay, los jefes de exploración los tienen guardados, los recolectores solo llevamos indicaciones

—Estoy seguro que conocés a alguien. O tal vez puedas distraerlos mientras entro a robar... —dijo pasando sus dedos por la madera a modo de caminata.

—¿Estás hablando en serio? —cuestionó. El castaño solo sonreía—. No, no puedo hacer eso —negó varias veces, cruzándose de brazos.

—¡Pero lo necesitamos! —golpeó la mesa con su palma, sobresaltando al menor.

—Tengo guardadas las indicaciones de salidas pasadas, son varios puntos donde hay comida y agua. Eso nos va a servir, pero no puedo robar, menos a un superior

—Bueno, algo es algo —soltó un suspiro y ladeó su cabeza—. Sos demasiado bueno con ellos, estoy seguro que nunca te lo agradecieron

Hyungwon quedó en silencio, con palabras trabadas en su boca que no podía decir. Era cierto lo que Kihyun decía, no recordaba una sola vez donde le habían dado las gracias, solo lo trataban como un esclavo, teniendo que cumplir únicamente órdenes.
  El contrario sonrió, apoyando sus brazos en la madera.

—¿Qué te detiene? ¿Qué te hace quedarte? —preguntó, mirándolo atento. El pelinegro esquivaba su mirada, mordiendo su labio inferior. Levantó sus hombros y finalmente cruzó mirada con el castaño.

—Creo que nada —murmuró, algo apenado—. Solo mi miedo... ¿cómo vamos a vivir ahí afuera?

—Buena pregunta —su sonrisa no se borraba, dejando confundido al menor—. ¿Cómo vamos a vivir acá adentro?

—N-no sé... yo estaba bien, haciendo siempre lo mismo todos los días... —Kihyun chasqueó su lengua, logrando que su relato se cortara al instante.

—Me hubiese ido solo, no sé por qué te estoy esperando —negó con la cabeza y se levantó aleteando para darle la espalda —. Si terminaste de tomar te podés ir

Hyungwon quedó en silencio, sin entender la situación, viendo como Kihyun desaparecía detrás de una cortina, seguramente para seguir su trabajo. Se levantó del asiento y miró el canasto unos segundos, para luego recogerlo y llevárselo.
  El comentario del mayor lo acompañó todo el recorrido hasta su casita. Era una decisión muy difícil para tomar tan a la ligera, no tenía por qué enojarse con él. Viviendo toda una vida bajo leyes y órdenes, las cuales nunca las quebrantó. Su zona de confort y rutina, de un momento al otro no podía abandonarlo.
  Conocía la vida afuera del árbol, la paz y tranquilidad que le generaban algunas zonas era inexplicable, incluso durante su trabajo dejaba su canasto en el suelo para disfrutar unos segundos del paisaje. Mas también sabía los peligros de allí, no había nada como el refugio del árbol.

Dejó salir todo el aire de sus pulmones una vez que sus pies tocaron el suelo. Por fin en casa podía tener un tiempo de reflexión, o tal vez ese era su problema, pensar demasiado las cosas y nunca actuar por impulsos. Y tal vez este era el momento para hacerlo.
  En un instante se encontraba revolviendo toda su casa en busca de objetos de utilidad para llevar. Ser recolector le daba una buena ventaja para soportar peso durante el vuelo, por lo que podría llevar bastante agua, su ropa y herramientas para cortar flores y semillas. También le pareció indispensable varios cuadernos, con hojas sin usar. Podría usarlos para marcar rutas o cualquier cosa que se le ocurriera.

Era de madrugada cuando mordía sus labios con preocupación. La adrenalina había bajado y ahora se encontraba sentado, viendo el canasto lleno y preguntándose si tendría el valor para salir y abandonar todo. ¿Iba a poder volver si se arrepentía? ¿Alguien se daría cuenta de la ausencia de los dos? Kihyun era un gran artesano, no tardarían mucho en enterarse que ya no estaba, pero ¿qué iban a decir de él? Incluso su jefe se olvidaba su nombre como sucedió en varias ocasiones, solo lo recordaba cuando tenía que gritarle.

Soltó el último suspiro de la noche al acostarse. Temprano tenía que encontrarse con Kihyun, la decisión estaba tomada.

voyager ¡! hyungkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora