Capítulo 22. Ven conmigo

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Hoy fue un día de completas sorpresas, y por su puesto que estaba bien, digo, ¿quién se quejaría de haberse reencontrado con el posible y único gran amor de su vida?

La respuesta es nadie, y por eso querían celebrarlo con una pequeña fiesta alrededor de una fogata. Con una charla animada mientras comían sopa de higos era más que suficiente.

Pero no para todos, porque algunas veces la vida te está esperando para agarrarte de bajada mientras crees que ya nada podría sorprenderte más en este punto de tu vida.

Odasaku era alguien realmente tranquilo, nunca buscaba problemas ni conflictos violentos a no ser que fuera muy necesario, y justo por eso no le interesaba mucho eso de ser un "verdadero" vikingo.

Su lugar en la aldea siempre fue cuidar de los niños, le agraban bastante y educarlos con los modales básicos era lo mejor que podía hacer por ellos. Hasta que dos bollos de queso le derritieron el corazón.

Esos dos bollos se llamaban Ryūnosuke y Gin, recuerda perfectamente el color que el cielo recién estaba tomando cuando encontró la balsa. No pasaron ni cinco minutos cuando ya había llamado una junta entre todos para decidir qué hacer con ellos.

Y las cosas pasan por algo, aunque aquella vez en particular mientras daba un simple paseo nocturno con los niños por la isla, le llegó una noticia para nada agradable.

Luego de eso, hizo lo posible para que los demás no notaran sus ánimos tan bajos y por los suelos. Todavía tenía deberes en el pueblo, los niños no podían ver que algo malo le había pasado a la única persona razonable.

Aunque no le molestaba tener que tragarse sus preocupaciones para evitar angustiar a los demás, en ciertas ocasiones se le hacía realmente difícil.

Luego ocurrió la desaparición y posible muerte de Chuuya, y ahí fue cuando se dio cuenta de que alguien la estaba pasando mucho peor que él. No encontró justificación para decirle que no, así que siempre estuvo dispuesto a recibir a Dazai con los brazos abiertos.

Era un niño cuando eso pasó, porque el resto del pueblo le trataba de adulto y alguien mayor, pero tenía tan sólo 17 años.

Recuerda cada noche en la que lo acompañaba entre sus lágrimas frías y desoladas, ninguno podía superar a otra persona que ya había fallecido y no pudieron hacer nada para salvarlo.

Era algo que compartían en ese momento, los dos lloraban por un muerto.

Sin embargo, seguía existiendo esa típica frase que los viejitos usan para que la juventud de hoy en día no pierda las esperanzas hasta que se demuestre con pruebas reales y verídicas.

Así que, ¿dónde ha estado Ango todas las veces que le lloró sin descanso alguno?

Fácil, fabricando unas "gafas" ya que afirmó tener una enfermedad o una cosa muy extraña a la que él llama "miopía".

— ¡A-Antes de que me regañes o a-algo parecido, quiero que me escuches!– dijo mientras caminaba lentamente hacia atrás — ¡Por favor, s-solo quiero un pa-par de minutos!

— No...

— ¿E-Eh?

— No puedes decirme que espere... ya no más

— N-No te estoy entendien...

Y antes de que Ango pudiera reaccionar, el mayor lo tomó con suavidad por la cintura para besarlo después de tanto.

¿Las cosas iban un poco rápidas, no?

Pues para las personas que han esperado por ocho años una señal de vida por parte de su pareja hasta se siente como una escena de teatro que trascurre demasiado lento. Exactamente, tal cual como lo leen.

Corazón de Escamas // SSKKWhere stories live. Discover now