Capítulo 4.

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Cuatro veces "Vete"


Aún no había amanecido. El cielo estaba tan obscuro que encender una luz parecía ofender la noche. Aun así, Paulette necesitaba saber dónde ponía sus pies. Se había escapado de la mansión luego de una semana de arduo e infructífero entrenamiento con su padre. Necesitaba despejar la mente, por lo que decidió hacer otra incursión al bosque.

Como la última vez, disfrutó de los murmullos nocturnos y la bruma veraniega. Tarareó un rato, sentada en las raíces de un árbol. Inconscientemente, creía que así invocaría a la criatura con la que se había topado la semana anterior, pero luego de que terminara la tercera canción, supo que aquél encuentro habría sido solo una coincidencia.

La asustó un temblor en el suelo. Se levantó e invocó una luz en sus manos. Dos ojos brillantes se asomaron en la obscuridad.

—¡Madre de la Noche!

Dio un paso atrás, primero asustada, luego fascinada. Nunca había visto un jabalí salvaje del tamaño de un árbol.

—Hola, amiguito. —Levantó una mano, con cuidado de no asustar al animal con su luz. Al verlo mejor, notó su color marrón y los puntos blancos en su lomo—. ¡Eres un bebé! ¿Qué te hizo así? ¿Dónde están tus padres?

El jabato inhaló con tanta fuerza que hizo tropezar a Paulette hacia adelante. Después clavó sus botas en el suelo cuando exhaló un ventarrón que la empujó hacia atrás.

—Calma, calma. Soy tu amiga. Vamos a ver qué tienes, no te haré daño.

El animal roncó, manso, y movió su hocico hacia arriba y abajo, como si con solo oler pudiera deliberar la naturaleza de Paulette.

—No te dolerá, te lo prometo. Vamos, pequeño, déjame ayudarte.

El jabato dio un tembloroso paso hacia adelante, luego otro y otro más. Paulette tembló un poco al sentir la frialdad de su nariz, pero lo olvidó al saber que podía ayudarlo. Cerró los ojos y tal como su padre le había enseñado, absorbió la magia que había en él y la filtró para que no le sucediera lo mismo a ella.

La criatura, alguna vez enorme, chillaba contento alrededor de los pies de Paulette, quien, riendo, se agachó para acariciarlo.

—Ahora hay que buscar a tu madre. Dime ¿Tienes hermanos?

Aun alegre, el jabato abrió su pequeña boca. Un tremendo rugido resonó en los oídos de Paulette. Levantó la mirada: el sonido provenía un segundo jabalí, uno enorme y furioso.

—U-Usted debe ser su madre ¿N-No? ¿Qué es lo que comen aquí?

La madre jabalí roncó aún más fuerte, Paulette y el jabato se encogieron al pie del árbol, aterrados por el temblor. Muchos animales salieron despavoridos de sus escondites. Los árboles vibraron y varias hojas abandonaron sus ramas.

—¡D-Detente! ¡Puedo ayudar! ¡Puedo ayudarte! —insistió mientras rodeaba con una mano al pequeño animal.

Cegada por el miedo y la confusión, la madre jabalí cargó hacia el frente. Paulette cerró los ojos, sin darse cuenta de que una sombra cayó desde un árbol y se colgó en los colmillos del jabalí. Como un péndulo, movió la cabeza del animal y lo hizo caer. Entre el remolino de polvo, tierra y una bruma anormalmente púrpura, un brillo iluminó a la colosal criatura, devolviéndolo a su tamaño normal.

—Suéltalo.

Temblando, Paulette abrió los ojos. No podía ver quién le hablaba, pero no iba a contradecirle. Dejó libre al jabato, que corrió a un lado de su madre. Se olfatearon y se adentraron al bosque.

Cygnus.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang