Capitulo 22

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Los días que siguieron fueron en función de mis reuniones con mis -- aún -- abogados. Lisa era pura felicidad, animada y juguetona como una niña. Por veces aparecía en casa con un regalo, en la mayoría de ellas ositos de peluche o flores.

Yo amaba.

Intentaba hacer la segunda cosa que jamás imaginé hacer.

Cocinar.

Cada tentativa equivalía a más regalos. Lisa comía el arroz pastoso y la ensalada sin gracia como si estuviera comiendo un manjar de los dioses. Yo terminaba quitando el plato de su frente por pena, era horrible! Ella me agarraba y me colocaba en su regazo:

-- Estaba una delicia! -- siempre decía antes de besarme.

Sin embargo, en un viernes ella no consiguió tragar más de un bocanada de un puré de patatas que yo había aprendido en una revista. Reímos mucho antes de invitarme a cenar afuera.

-- Entonces, vas a aceptar trabajar conmigo en la clínica? -- preguntó durante la cena en un restaurante, con una sonrisa de ángel.

-- No. Ahora que descubrí mis dotes culinarios?! -- ensayé una expresión de seriedad. -- Voy a continuar cocinando para ti, amor -- completé guiñando y arrojándole un beso.

Pero yo, en realidad, tenía otros planes. Aún no había comentado con Lisa sobre ellos, ella casi no preguntaba para donde yo iba casi todos los días y mucho menos sobre que asuntos trataba.

Yo le comentaba algunas cosas, como el día en que amargada, dije que ni a mis cuentas personales yo podía más tener acceso.

-- Pero tú trabajabas en aquella empresa, como él puede haber quitado el dinero que ganaste trabajando allá? -- cuestionó Lisa indignada. -- Eso es injusto, nini!

-- Sí lo sé -- respondí resignada. -- Pero fui estúpida en no tener una cuenta no vinculada a la empresa. Nunca pensé en eso, todo lo que yo ganaba, quedaba en la cuenta de la empresa o en la cuenta conjunta que yo tenía con mi papá.

Lisa había quedado muy irritada, vi en sus ojos la revuelta con mi padre, sin embargo, ella no dijo más nada, sólo extendió los brazos para mí y me llevó para un baño delicioso y relajante.

-- Todo va a salir bien, amor -- dijo mientras lavaba mis cabellos dentro de la pequeña bañera. -- Aún puedes ser mi cocinera.

Así era ella, nada de lo que se refería a dinero la sacudía, calentaba mi pecho, me dejaba ligero como una pluma. Yo sabía la dimensión exacta de mis perjuicios, que mi carrera estaría arruinada si mi padre así lo quisiera. Pero la oleada de paz que me envolvía dejaba todo el resto de fuera, era impenetrable.

Los días eran mágicos, intensos y en varios momentos yo me veía divagando sobre cómo era mi vida antes de conocer Lisa. Era difícil creer que yo, Kim jennie, había sido por tantos años una mujer tan engañada por los propios sentimientos y prioridades. Felicidad para mí eran las conquistas profesionales o los paseos en las Islas griegas o en los Alpes suizos con mis novios ricos y poderosos.

Sin embargo, aquello no era absolutamente nada, ni un tercio de lo que yo tenía ahora, la intensidad de los sentimientos de alegría, emoción, compañerismo y principalmente el amor, eran casi palpables. Una unción que resplandecía e iluminaba nuestras vidas desde el amanecer hasta el nuevo amanecer. No necesitábamos estar en otro lugar, nuestro cuarto, nuestra cama, nuestros juegos, nuestras conversaciones serias, nuestros paseos en el parque tomadas de las manos o con ella intentando enseñarme a patinar, podrían ser clasificados como el paraíso, todo para mí.

Verla sonreír, mirarme de aquella manera intensa que dispensa cualquier palabra era pura magia, la magia del amor.

En aquella mañana de sábado, desperté sobresaltada.

Abrí los ojos con dificultad y me topé con Lisa andando de un lado para el otro del cuarto, hablaba al teléfono con la madre:

-- Como así, tú no puedes, mamá? -- dijo ella elevando la voz, pareciendo irritada. Entonces, al verme levantar la cabeza, curiosa, bajó el tono rápidamente haciendo señal de disculpas para mí.

-- No puedes aceptar trabajar nuevamente en ese rancho! Ni siquiera necesitas más trabajar, vivirías muy bien con la jubilación de papá...

Entonces ella dejó el cuarto, no sin antes arrojarme un beso.

Así que desperté realmente, tumbé mi cuerpo para atrás perezosamente.

"Que noche maravillosa!"

Con los ojos cerrados yo aún podía oír la discusión de las dos.

-- Amor, necesitamos conversar -- dijo Lisa así que volvió para el cuarto, tirándose en la cama a mi lado, usaba sólo una braga blanca.

Me volví para ella y abrí los ojos perezosamente.

-- Qué pasó? -- pregunté tocando aquel rostro lindo.

-- Necesito ir hasta el rancho. Creo que mi mamá no está bien.

Un amor por Encargo | JENLISA |Where stories live. Discover now