Hagamos las paces

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Capítulo 4.

Paola:

Me lanzo a la cama, logrando buscar el sueño, la verdad no creí volver a verlo, creí que ya era parte del pasado porque en verdad Raiden no significó nada para mí.

Eso es lo que dice ella.

Y es así, estúpida conciencia.

Y si es así, ¿entonces porque te vengaste según tu de él?

Esos son asuntos personales, ruedo los ojos y si alguien me viera en estos momentos parezco una loca.

Cierro los ojos y dejo que el sueño me venza, estoy agotada y....

Húmeda.

Me cubro la cabeza como si así pudiese callar a mi conciencia pero al final logro quedarme dormida.

Me despierto en la mañana y me doy una ducha rápida seguido me lanzo en la cama con una fina camiseta y nuevamente sin bragas debajo, sólo me dejo caer llamando a Ares.

La pantalla se abre mostrándome a un chico de cabello revuelto, sin camisa y en short, está en el invernadero.

Hola Hola cosita.

Saluda emotivo y ruedo los ojos.

–¿Que haces? —pregunto pasando una mano por mi cara.

–Acá ando ayudando a mi madre a terminar de amueblar el invernadero para cuando llegue Alexa.

Alexa es la hermana menor de Ares, no tan menor, sólo es un año menos que yo, está estudiando en Irlanda y ya este es su último año.

–¿Te ocurre algo? —pregunta sentándose en una banca.

Respiro hondo.

–Pues ayer....

Ya traje los hielos, enseguida preparo la jarra de jugo y continuamos, estamos muy sudados, no crees?

Se escuchan risas y niego, Ares debe estar con sus amigos.

Pero cuando el mira hacia atrás sonriente el celular también se gira y me deja ver a la empleaducha, lleva un diminuto vestido floreado azul claro, por encima de sus muslos, las botas negras la hacen lucir asquerosamente genial, el cabello rojo lo trae atado en una coleta y está sonriendo a Ares quien le guiña un ojo antes de volver a mi.

–¿Decías meloncito?

–Nada, voy a colgar, me llama mi madre.

Bien, llámame al rato.

Cuelgo y dejo caer el móvil sobre mi pecho, ya me he tomado los medicamentos, Ares está ocupado y aunque no quiero que me afecte pues me choca que el imbécil ese no quiera decirme la verdad de que si trae algo con su empleada cara de chupeta.

Me siento encerrada entre cuatro paredes, quiero irme, quiero despejar mi mente, quiero un tatuaje.

Me levanto de golpe y entro dentro de un short corto camuflado, me pongo unas botas por la rodilla y cuando estoy a punto de entrar dentro de un crop top la puerta se abre de par en par y un Adrien con el cabello húmedo entra a la habitación.

–¡Joder Paola que asco, tapate!

–Aprende a tocar antes.

Me encojo de hombros terminando de vestirme.

Todos los Ángeles no vienen del cielo Where stories live. Discover now