14.

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El problema de haberse 'malacostumbrado' no era precisamente que le costara regresar a la rutina que por tanto tiempo estuvo manteniendo con tal de volverse alguien harto provechoso para las necesidades de su pequeña y disfuncional familia. Porque, siendo sinceros, la buena vida que tuvo con Vegas fue demasiado pasajera como para decir que sus hábitos cambiaron repentinamente.


Más bien debía lidiar con la idea de la ausencia.


Antes de conocer a Vegas por supuesto que existía en su interior ese deseo de dejarlo todo, abandonar sus obligaciones a la suerte y fugarse para al menos descansar por un par de días completos sin experimentar remordimientos. No obstante, el hecho de que ese hombre hubiese calado tan profundo en su sistema le hacía anhelar cosas y situaciones que anteriormente no cabían en sus carencias.


¿Cuándo Pete se iba a imaginar que cupiera en él un ardiente deseo por ser tocado?


Porque durante el día, ocupado en la búsqueda de un trabajo extra a su papel de taxista, era sencillo olvidarse de los acontecimientos que le envolvieron tan de repente. El verdadero inconveniente llegaba con la soledad del nocturno.


Se descubría a sí mismo soñando con el sabor de una boca. Con el cosquilleo de una voz llamándolo por su nombre. Con la rudeza de dos manos sujetándole por la cadera.


El recuerdo de Vegas se le presentaba repentinamente en medio de una nebulosa de fantasías en las que, al tocarse a sí mismo, imaginaba por un instante lo que pasaría si ese sujeto engreído entraba por la ventana y lo miraba sujetándose el pene y metiéndose dos dedos en la rigidez de su trasero.


No era suficiente.


Nunca lo fue.


Pete era pésimo para masturbarse. No sentía más allá de lo necesario. Por suerte llegaba a los orgasmos. Sin embargo, eran distintos de sus liberaciones al lado de Vegas.


Las de la actualidad tenían algo de 'obligatorio' y 'necesario' en el proceso. Las de aquellos días se sentían inesperadas. Tan deslumbrantes que por cada que su semen se expulsaba para ensuciar la sábana o el abdomen de Vegas (según fuera el caso) Pete tenía la impresión de que su interior estallaba en cientos de estalactitas esperando el momento justo para derrumbarse y generar, de diferentes formas y sonidos, un nuevo efecto que le hiciera sucumbir más que el anterior.


Qué solemne era tener sexo con Vegas.


Si pudiera Pete describirlo en términos más humanos las comparaciones quedaban siempre a la mitad.


Como probar alimento después de días en pena.


Como salir de la superficie después de críticos segundos bajo el agua.


Como arrojarse al vacío simulando un suicidio, pero con todos los arneses necesarios para amortiguar la caída.


Siempre un paso entre la vida y la muerte.


Carpe Diem [VegasPete]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt