Capítulo 8

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La canícula comenzó el sábado siguiente a su partida.

Con ella, vinieron los cambios.

Mi padre me dió el nombramiento recién arrancados los entrenamientos de caza, a dos semanas de que el calor aumentara y quemara los sembradíos.

Ahora, que el otoño comenzaba, había retomado el ritmo a la vida y fingido que la primavera pasada no había existido.

No dejaría que me quebrara de nuevo.

Creía que no podría soportarlo.

Y a rienda firme, Grivland seguía su rumbo sin distracciones ambiguas, ni embestidas de lobos.

Había sido convaleciente con ellos, las entrañas se me sacudían cuando aparecían en la antigüedad, y me había aferrado a disminuir la actividad de caza y forjar un pueblo pacifista.

Pero de nada iba a servirnos la debilidad, y estos meses habían servido para que las ideas de mi padre se arraigaran fuerte a mí.

—El consejo comenzará la reunión en una hora — Dijo Caleb, soltando la tanda de arcos que traía desde los almacenes.

Yo disparé otra de las flechas sobre la paja frente a mí, con esa eran diez que se dispersaban alrededor del blanco.

Tomé una más del suelo y apunté de nuevo, con la mandíbula tensa y los ojos quemando la madera de la flecha entre mis dedos, cuando me decidí a disparar la mano de Caleb agarró mi arco y lo bajó — La paja no se va a convertir en él — Dijo, viéndome directo a los ojos.

La brisa otoñal se atravesó entre los dos, mientras le respondía la mirada con ímpetu.

Esa cercanía me llevó devuelta a hace dos meses, en el bosque. Cada vez que Delcan me abandonaba, él parecía encontrar el camino hacia mí.

"—¡Nidve! — Era de noche, y escuché su voz mucho después de que sus brazos me rodearan por detrás.

Llevaba tanto tiempo con las rodillas sumergidas en la tierra y las lagrimas corriendo por mis mejillas que su calor me cubrió como una manta.

—¿Estás bien? — Preguntó su voz hueca, pero tan solo pude cerrar las manos sobre su ropa y hundirme muy profundo en su pecho mientras mis sollozos se liberaban con su presencia —¿Que sucedió?

Alcancé a negar con la cabeza repetidas veces, sintiendo ahogamiento y muy poco aire en mis pulmones.

—¿Fue él? — Preguntó, pero no me quedaban palabras en la garganta, todas se las habían robado sus oídos sordos"

Solté el arco, sacudiendo ligeramente la cabeza para que los recuerdos se esfumaran.

-Iré después - Le dije, y me alejé de él.

Caleb me observó durante otros largos segundos, antes de dar la vuelta y dirigirse a donde el consejo. Yo por mi lado, recopilé las flechas enterradas hasta la base de madera del blanco.

Estaba dispuesta de reunirme con el consejo después de eso, puedo jurarlo.

Pero un aullido me llegó al oído, apenas audible, en el interior del bosque.

Y mi odio movilizó a todo mi cuerpo.

Primero hizo que me recorriera un escalofrío árido, y conforme el sonido del lobo desaparecía sentí un cosquilleo en el vientre.

Tensé la mandibula y desenterré la última flecha de la paja.

Y mis pies se movieron en consiguiente, como si un imán estuviese tirando de mi centro, nublando todo mi campo de visión.

Alfa, la sombra de la nieve.Where stories live. Discover now